La relatividad del tiempo –y de los tiempos- puede dar origen a discusiones acaloradas sobre varios temas: la indeterminación de la moral actual, las nuevas corrientes de la política, el pensamiento –o la falta de pensamiento- de los intelectuales, el deterioro del compromiso de los jóvenes y, así, por el estilo.
¿Será que el cambio vertiginoso llevó a una verdadera alienación de la sociedad actual, que busca resolver los problemas anodinos, y se alejó de su realidad profunda?
Sin volver más densa la cuestión, bastaría que cada uno de nosotros tomara un calendario y fijara el año de su nacimiento. Ahora, haga el siguiente ejercicio: busque en internet cuál era el desarrollo de la sociedad, de las ciencias, la literatura, en tal año. Se encontrará con posibles sorpresas: antes del año 1960 no existían los Beatles, y Rafael Correa no había nacido. Fidel Castro estaba en La Habana desde el 1º de enero de 1959 y Velasco Ibarra había gobernado al Ecuador en varias oportunidades. ¿Se acuerda alguien de él?
Pero antes de 1960 tampoco existía el chip de silicio, que ha permitido el desarrollo de los nuevos productos tecnológicos y terminó definitivamente con la radio Gründig de tubos del abuelo, con su “ojo mágico” y verde, que servía para sintonizar HCJB La Voz de los Andes y escuchar las noticias.
En los años 50 el pañal desechable era un artículo de lujo y los niños seguían utilizando bayetas o, los privilegiados, pañales de tela ¡que había que lavar! Los padres aprendieron a vencer la náusea y, aunque no colaboraban lo suficiente, a veces debían encargarse de la ingrata labor del cambio del bebé.
Recién en 1964 se inventó el procesador de textos, que cambió la forma en que escribimos, permitió que no necesitáramos una secretaria y volvió inoficiosa la cinta blanca y pegajosa que traían las máquinas de escribir eléctricas, y que literalmente “levantaba” el tipo incorrectamente escrito en el papel.
En 1983 se empezó a producir industrialmente el teléfono celular, más parecido a un ladrillo que a un producto de alta tecnología, pero que cambió definitivamente la forma de comunicarnos.
Todos los que han pasado por el problema de arreglar un carburador atorado, y que se resolvía chupando la gasolina de una manguera, sabrán que evitar ese trago es mejor.
Ante esto, el poema de Julio Numhauser se vuelve más actual: cambia lo superficial/cambia también lo profundo/cambia el modo de pensar/cambia todo en este mundo./Cambia el clima con los años/cambia el pastor su rebaño/y así como todo cambia/que yo cambie no es extraño.
Publicado el 13 de junio de 2012
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