Un amigo vinculado con el mundo de la radio –tanto en el ámbito de la diversión como de la información- ha manifestado que suspendió, durante sus vacaciones, todo uso de Internet, chat, teléfono celular, Facebook, Twitter, radiofonía y que tampoco vio televisión ni leyó la prensa.
Su conclusión es que pudo “vivir” sin toda la información que recibe en el día a día cotidiano, y que no le fue mal.
En los extremos de la información hay dos puntas: la de aquellas personas que no la reciben porque no están interesadas, o no tienen los medios necesarios; y la del extremo contrario: aquellos que compran todos los diarios, o los leen día a día en la peluquería o en el lustrabotas, que no se pierden en la radio los programas noticiosos desde las seis de la mañana, que siguen luego con la televisión de medio día y terminan viendo los noticiarios de casi la media noche. En el ínterin han escuchado también los programas deportivos de todo calibre. En suma, están bien enterados.
La ausencia de información puede suponer un escape a la dureza de la vida: no solamente asusta y deprime que ya hayan muerto treinta y cinco personas por consumir alcohol adulterado en nuestro país, sino que la impotencia que sentimos , es inaguantable al ver los ojos enormes y tristes de los niños del Cuerno de África, que mueren de hambre dos veces: una, en su reseco país y, otra, en las pantallas de la televisión. Más fácil es apretar el botón y cortar la señal.
Por ello, ¿es éticamente aceptable que, en las vacaciones, nos retiremos al desierto y olvidemos el mundo?
Por otra parte, viene a la mente la imagen impactante de una de las escenas de la ópera-rock “Jesucristo Superestrella”, cuando éste se siente abrumado por todos los males del mundo, que le caen literalmente encima hasta aplastarlo, pese a que sabe que es Dios, pero imposibilitado de cambiar todo sin acabar con su propia creación.
La desgracia, la sangre, la violencia, el terror, el hambre, la muerte, son constantes en las noticias diarias. ¿Somos, entonces, simples coleccionistas de datos, sin posibilidad alguna que cambiar el mundo? ¿Simples “voyeurs”, y como tales buscadores de un extraño placer en la desgracia ajena?
¿Cuál es nuestro papel?
Publicado el 10 de agosto de 2011
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