miércoles, 29 de junio de 2011

Jueces

José fue un buen alumno durante su carrera universitaria. Siguió Derecho porque le gustaba y porque la tradición familiar así lo imponía; sin embargo nunca se sintió presionado, pues resolvió pronto que quería ser abogado.

Estuvo cinco años y más en las aulas universitarias; unas materias le parecieron más interesantes que otras y unos profesores mejores que otros. Sabía que, al terminar, debía seguir estudiando para perfeccionar sus conocimientos: una especialidad en alguna de las áreas jurídicas le proporcionaría un conocimiento y una seguridad mayor en el ejercicio de esta profesión.

Cuando terminó su carrera se vio en la difícil situación de conseguir un trabajo. Inicialmente pensó que podría abrir un consultorio jurídico con algunos amigos (no se atrevía a llamarlo aún “bufete”, pues la palabra le sonaba pretenciosa). Lo hizo y durante los primeros 15 días no entró persona alguna a pedir su auxilio profesional. Sin embargo veía como, día a día, subían los gastos de arriendo, luz, agua, teléfono, internet. Pensar en una secretaria era imposible.

Un par de meses después resolvió, conjuntamente con sus juveniles colegas, que la situación no daba para más y cerró la oficina. Se trataba, ahora, de buscar un empleo, preferiblemente en el área jurídica de alguna empresa pública o de la administración de justicia que, estaba seguro, le serviría además para perfeccionar su ejercicio profesional.

Habló con abogados que tenían años de ejercicio, que le comentaron que éste era el camino que también habían seguido. Le urgieron que no desmaye en su intento de llegar a ser lo que había siempre soñado: un abogado reconocido, al cual visitaría la gente con sus problemas, grandes o pequeños. Le manifestaron que la honradez paga bien y que sus clientes sentirían que estaban ante un profesional que no era capaz de traicionarles, ni venderles, ni engañarles. 

Le insistieron que debía estudiar todos los días pues el Derecho cambia y el abogado que no aprende continuamente no puede ejercer exitosamente.

Hace pocos días José  recibió un mensaje por correo electrónico, donde le citan a una reunión en la que le informarán sobre un proyecto del Gobierno para el nombramiento de jueces temporales, que despacharán todos los casos rezagados que se encuentran inundando los juzgados. 

Hoy José se siente abrumado pues sabe que, si bien su formación académica es sólida, le falta la práctica necesaria para tener éxito administrando justicia. Conoce bien que sentenciar no es un juego, que su propio prestigio personal en ciernes se encuentra en riesgo, que le faltaría pasar por la Escuela Judicial de la que tanto se habla. La llamada recibida no llegó a ser, para él, motivo de satisfacción sino de angustia. El camino está equivocado.


Publicado el 29 de junio de 2011

viernes, 24 de junio de 2011

Pasaporte a la vida

Presentación del libro "Pasaporte a la vida", de Gerardo Martínez Espinosa. 
Salón de la Alcaldía de Cuenca, 23 de junio de 1011


Un libro es un objeto, pero es más que eso. Puede ser un objeto bello, si tiene la encuadernación, las ilustraciones y la tipografía cuidadas. Pero sobre todo un libro vale por su contenido.

Un libro trae una historia, trae pensamiento, trae emociones, amor, dolor, tragedia. También trae, cuando habla de los hombres, lo mejor y lo peor que éstos tienen.

Un libro puede ser un compañero, a veces incómodo cuando es denso; amable, cuando acompaña; cruel, cuando conmueve hasta las lagrimas; sabio, cuando enseña.
Un libro siempre está a la mano: a lo largo del día o en las horas opacas de la noche; en las vacaciones, o cuando podemos robar un momento al trajín diario para revisar sus páginas, aunque sea pasándolas rápidamente entre los dedos.

Escribir un libro puede parecer fácil: hay tantos que se publican en el mundo cada año, que inmediatamente nos preguntamos quienes los leen. Pero escribir un libro es difícil: la reflexión, el necesario uso del idioma, el ritmo, la pausa y, al final, la publicación de la obra, suponen esfuerzo, horas de trabajo y preparación; en suma, preocupación que va más allá de lo intelectual y roza y se adentra con lo material: los costos, la distribución, la comercialización, la publicidad: la serie de pasos que llevan al libro desde el escritorio del autor a las manos del lector.

Hay libros y libros, pero todos tienen su germen en una idea. No son iguales los libros técnicos y las novelas, los códigos y las anatomías, el ensayo que el best-seller, el folletín y la obra filosófica, el poemario y el western, pero todos nacen de una idea.

Esa idea puede ser muy alta o sencilla, pero importa, pues corresponde a la razón que lleva al autor a adentrarse en una labor que supone, al final, compartir sus conocimientos, opiniones, sensaciones, ideología, experiencia, afectos, con otros que los aceptarán o rechazarán.

Esa idea puede ser, como la del libro que hoy presentamos, la de rescatar una vida tal vez conocida por pocos, a veces incomprendida, pero que, en este mismo día, es también ensalzada por un Estado distinto al que la vio nacer. Hoy mismo, el Estado de Israel, proclama a Manuel Antonio Muñoz Borrero, hijo de Cuenca, como héroe, y siembra un árbol en su memoria para que ésta perdure y sea conocida.

Gerardo Martínez Espinosa resolvió ahondar en la vida de Muñoz Borrero y llegar a definirla en su esencia. Por ello la obra contiene no solamente la referencia al entorno cuencano que permitió a Muñoz Borrero ser lo que fue –como ha sucedido con muchos otros- sino que cuenta su historia callada y secreta, que permitió a muchos, extraños, desconocidos, parias, salvar su vida de las garras de la tiranía y conseguir un pasaporte a la vida.

Este libro trata de descubrir al hombre íntimo, con los sueños y  las realidades   de su vida. Rescata la historia familiar en el entorno más amplio  de Cuenca, crisol del carácter de su gente, que no ha olvidado la modernidad, obligada moralmente a persistir en  la generosidad y la nobleza de espíritu, que son sus atributos. Es decir,  los valores que han forjado su vida de siglos.

Manuel Antonio Muñoz Borrero es un cuencano auténtico, ilustrado, generoso, de formación y afectos familiares que modelan  su vida. Cuando  enfrenta  un panorama de maldad aparece el carácter generoso de su niñez y juventud y hace lo que debe hacer, sin esperar beneficios ni pensar en  dificultades y  peligros.

Su lucha a favor de los judíos perseguidos por el nazismo fue, en realidad, una historia silenciosa que él jamás pretendió  rodear de prestigio o fama. Los historiadores  la han descubierto y el Estado de Israel, aceptando el dictamen de su Corte Suprema de Justicia,  ha inscrito a Manuel Antonio Muñoz Borrero en el número de sus héroes, esos cuyos nombres nunca serán olvidados (yad vashem) y  conservará su memoria en el Museo del Holocausto de Jerusalén a partir del 23 de junio de 2011.

El descubrimiento de estas acciones heroicas, realizado digamos sin su consentimiento ni aceptación, ha ocultado su vida personal. Según el autor del libro, su verdadera y callada historia es una novela de aventuras, de  amor y   desamor, de intrigas y bondad, cercana  muchas veces a las más tenebrosas formas de  la muerte.
Manuel Antonio Muñoz Borrero amaba los libros. La biblioteca de su padre tenía fama por sus cuidadas ediciones. En su homenaje, este volumen tiene un aire de libro antiguo, con viñetas, capitulares y tipo de letra que se usaban en los primeros treinta años del siglo XX; es un libro de “tapa dura”, de hojas cosidas con hilo, que hoy por lo común no se hacen, y que la diseñadora Paula Martínez ha querido rescatar de una época en que la magnífica publicación de libros y revistas seguía, en Cuenca, la moda de la belle epoque, en consonancia con la tendencia modernista nada menos que de París.

Gerardo Martínez Espinosa ama a esta tierra y demuestra su amor en la decisión de rescatar del olvido aquellas historias que podrían quedar sepultadas bajo la losa del tiempo, sin que nunca más vuelvan a ver la luz del día.
Ya lo hizo así en sus libros anteriores: en Historias de Cuenca nos llevó desde tiempos de los cañaris hasta los albores del siglo XX; en Los Caminos del Idioma, desde los orígenes de nuestra lengua, hoy mestiza, hasta los poetas modernistas, pasando por los clásicos.

Gerardo Martínez fue más allá, y se adentró en la historia mesoamericana  con su obra Un Relato Americano, que es también una manera de demostrar por qué somos como somos los nacidos en este continente.

En el libro “Pasaporte a la Vida” la historia no es solamente la de un hombre; la vida de Muñoz Borrero es el resultado de una forma de enfrentar la vida y sus problemas, propia de los cuencanos, que supone reciedumbre moral y, a la vez, esa modestia propia de quien sabe que lo que ha hecho es lo que debía hacer, sin esperar recompensa ni relumbrón.

El libro que se presenta hoy es un libro para tener, pero también para leer. Producirá satisfacción estética contemplar su carátula y conocer que ha sido hecho de uno en uno, con ese trabajo propio de nuestros artesanos. Al abrirlo encontraremos historias que pueden ser conocidas, o parecerlo, pues son aquellas que han sido comunes en las familias cuencanas de fines del XIX y principios del siglo XX. La casa vieja, la hacienda, la reunión familiar, los viajes, las lecturas, los amigos, el trabajo, la soledad, el cumplimiento del deber y, al final, el trabajo cumplido, la muerte. ¿El olvido?

En este caso, no.

El autor, al buscar la idea de este libro, consideró que Cuenca no podía olvidar la gesta de un hombre que, pese a hacer vivido gran parte de su vida fuera de esta comarca, nunca dejó de ser un ciudadano cuencano.

Gerardo Martínez entrega hoy este libro a la ciudad. Lo hace con el convencimiento de que ha cumplido una deuda de honor que mantenía Cuenca con Muñoz Borrero. Por ello Gerardo Martínez no quiso que este acto sea la presentación de su libro sino un homenaje a Manuel Antonio Muñoz Borrero, y que el libro que presentamos sea parte de tal homenaje.

La ciudad, por medio de su Alcalde, así lo ha decidido.

He manifestado que publicar es trabajo duro. Por ello es necesario reconocer el apoyo de la Embajada de Israel en Quito y de la Academia de Historia del Ecuador que han permitido que la obra pueda hoy estar en sus manos.

Gracias.

Antonio Martínez Borrero

miércoles, 22 de junio de 2011

Plantado en el altar

El bombardeo de información que nos traen los medios lo mezcla todo: va de lo sublime a lo ridículo, de la tragedia a la sorna, de la sangre regada en las calles por la violencia, al perro que heredó millones de dólares y que ahora ha muerto sin dejar testamento.

Vemos, a la vez, que en Venezuela los presos de una cárcel se matan unos a otros y que, para concluir, la policía los ahoga con gases lacrimógenos, y también que Pierina ha salido en algún lugar con un vestido sexy, convirtiendo su presencia en asunto nacional.

Entre toda esta información borboteante, un asunto ha llamado la atención: el conocido Hugh Hefner, fundador de la revista Playboy, ha sido abandonado frente al “altar” –es un decir- por una conejita de veintitantos años, que no quiere casarse con el seductor.  El asunto es que, además de tener mucho dinero, Hef, como le dicen sus íntimas, tiene 85 años.

Hefner fundó hace muchos años una revista que hoy es, más bien, de soft porno. Nada que ver con otras, subidas de tono, ni siquiera con el conocido “Pepe Mayo” que se vendía en el Estadio Municipal de Cuenca.

Playboy marcó varios hitos a nivel internacional. Uno de ellos, en España, cuando se publicó su emblemático número 1, en 1975 luego de la muerte del Generalísimo Franco, como una muestra del destape que venía en serio. Sin embargo, la carátula de la revista fue de lo más discreta, pues tenía solamente la figura conocida del conejo, en dorado con fondo negro.

Luego de ello los españoles aprendieron tanto, que las películas hechas en la península llegaron a ser más escabrosas que las que se rodaban en Suecia.

Por otro lado, la revista se volvió famosa por las entrevistas que publicaba. Personajes tan dispares como Fidel Castro, Malcolm X, Jean-Paul Sartre, Mohamed Alí, Stephen Hawking y John Lennon pasaron por sus páginas y no precisamente hablando de las conejitas. 


La entrevista final de Lennon, publicada en 1980, pocos meses antes de su muerte, es actualmente un clásico para cualquier periodista que desee entrar al mundo interior de un personaje complejo.

Por ello resulta interesante saber que al viejo Hefner una conejita le ha plantado. De nada valió la fama, ni la posibilidad de salir una vez más en la tapa de la revista o en las páginas centrales. Suponemos que, en todo caso, el matrimonio habría sido con separación de bienes.  Como me dijo un amigo: “¡Pobre Hefner! Este mundo está acabado, hoy no hay como confiar ni en las...”


Publicado el 22 de junio de 2011 

miércoles, 15 de junio de 2011

Educación e información

Juan es un estudiante universitario. Su profesor le ha solicitado preparar un ensayo –eso que otros llaman, extrañamente, un “paper”- y está preocupado de la posibilidad de conseguir la información necesaria. 

Reflexiona si será demasiado obvio recurrir al “Rincón del Vago”, página web  tan apetecida entre quienes buscan resúmenes hechos por otros, o si  deberá ir necesariamente a la biblioteca a tratar de encontrar el tema.

Considera seriamente que la Wikipedia podría ser una buena fuente, pero su profesor ha indicado que ese “depósito de información” es tan sólo un trastero de conceptos equivocados.

En otra casa, su compañero José ha resuelto la situación sin preocupaciones morales: para cualquier trabajo usa el google, buscador cuyo nombre extraño proviene de un juego de palabras que representa un 1 seguido de 100 ceros. Sólo requiere un poco de habilidad para copiar y pegar –sin leer apenas el texto - y presentarlo con una carátula bonita.

El profesor, por su parte, cavila frente a una parva de trabajos: todos perfectos, todos debidamente impresos, muchos a colores, sin atreverse a suponer  que ha sido engañado por los alumnos, pescadores en el océano enorme del internet. 

La monumental cantidad de información  actual supone indudablemente un reto. Leer la Wikipedia, sin comer ni dormir, nos llevaría 15 años. Bucear en el internet para encontrar los trabajos “pirateados” es, por ello, gestión difícil.

Ante esta realidad el profesor primario, secundario o de universidad, se ve conminado a cambiar de manera radical la forma en que imparte sus clases y, por supuesto la evaluación de sus alumnos. 

Ese es un reto de la nueva educación. Ante una cantidad de información y conocimientos imposible de abarcar (sólo en los Estados Unidos, al año, se publican 209.000 libros distintos y, en China 137.000) los maestros deben encontrar la forma de motivar a sus estudiantes a leer, investigar y a separar la paja del trigo. 

Como dato curioso, investigaciones serias indican que la Enciclopedia Británica y la Wikipedia tienen similar número de errores. La primera puede conseguirse a un buen precio de 3.000 dólares –que es una ganga- y la otra es gratuita: las pequeñas escuelas de nuestros pueblos tendrían, con el apoyo suficiente, una fuente inagotable de conocimientos.


Publicado el 15 de junio de 2011

miércoles, 8 de junio de 2011

Ollanta y una historia de amor

Ollanta Humala será el nuevo presidente del Perú. Hijo de Isaac Humala, todos los hermanos tienen nombres provenientes de la tradición incásica: Pachacútec, Ima Súmac, Cusicollur, Antauro...

El nombre del nuevo Mandatario proviene de una historia quechua en la que Ollantay, bravo guerrero, se enamora de la hija del inca Pachacútec  en contra de la estricta división de clases sociales que existió en el incario.

Como en toda historia trágica de amor, la hija del Inca es encerrada como un castigo por sus amores, y da a luz una niña a la que pone el nombre de Ima Súmac. Por su parte Ollantay se rebela contra el nuevo Inca, Túpac Yupanqui, hermano de su amada, que ordena a su general Rumiñahui que acabe con la vida del traidor.

Al final el drama cambia de color y luego de una serie de peripecias, Ollantay y su amada son perdonados, sobre todo gracias a Ima Súmac.

Cabe señalar que, por el tiempo en que ocurre este drama, el pérfido Ruminahui que persigue al héroe, no es el que defendió Quito de los conquistadores españoles. 

El Perú, nuestro vecino cercano y distante, ha mantenido siempre una posición nacionalista que tal vez no llega a compararse con la mexicana, pero se le acerca.

Por ello es importante revisar las declaraciones oficiales del partido etnocacerista, fundado por el padre de Ollanta Humala, que busca la toma del poder “de los verdaderos peruanos, los cobrizos, los cholos”.

El etnocacerismo dice que no es ni de derecha, izquierda, ni centro, sino abajo, y busca “regenerar un corral de humanoides en nación de ciudadanos vía la recuperación de la soberanía.”

Persigue un capitalismo en quechua o un socialismo en aymara y espera que los profesionales universitarios, en vez de manejar taxis, se dediquen a la investigación que les permitirá la fabricación de un celular marca “quispicanchis” que, dicen, seguramente pesará 2 kilogramos y será más lento que un teléfono del año 2005, pero será “nuestro” celular.  Usted puede ver estas declaraciones en la página oficial del movimiento.

Para el Ecuador es fundamental saber si el presidente Humala se encuentra lo suficientemente lejos del etnocacerismo para que nuestras relaciones continúen en paz. Ojalá así sea.


Publicado el 8 de junio de 2011

miércoles, 1 de junio de 2011

Ask for Jesus

Cuando la recibí supuse que se trataba de un tema religioso, pero no era así. La tarjeta de presentación había sido impresa por un ecuatoriano, llamado Jesús, residente en Queens, Nueva York, desde hace 18 años.

Jesús nació en Gualaquiza; como tantos otros viajó a los Estados Unidos y su calidad personal le permitió trabajar de chofer en muchas empresas dedicadas al transporte de pasajeros. Sin embargo, recibió de su jefe un encargo especial: conducir camiones llenos de inmigrantes desde Arizona hasta Nueva York, sin dejarse atrapar por la “migra”. Así lo hizo durante un tiempo, en el que ganó un buen dinero, hasta que el jefe cambió el transporte de personas por otro, aún más delicado – de sustancias “raras”, como lo dice José- que no le gustó nada.

Se separó del negocio y con lo ahorrado pudo montar su propia empresa, que se dedicó al transporte turístico: recoge pasajeros en los aeropuertos JFK y La Guardia y, si se le solicita, en Newark. Lo hace con gran estilo: si se pide, con limosina; en caso contrario, en un Chevrolet Tahoe negro, en donde caben todas las maletas de los viajeros.

También hace de guía turístico, dentro y fuera de Nueva York, y lleva turistas a ciudades que interesen conocer: Washington, Boston, aún Atlanta. Sin quererlo usa el spanglish cuando, al referirse a los tornados que azotan el país, habla de la impresión que produce ver volar los “rufos” de las casas construidas casi como si fueran de cartón.

Es, por lo tanto, un triunfador que posee un pequeño barco de pesca –“para 15 personas”, dice orgulloso- en el que sale los fines de semana.

Sin embargo su vida no está completa: añora su país y espera visitar su querido Oriente, en donde su padre de crianza le ha ofrecido prepararle una guanta y, tal vez, una yamala para cuando retorne. Controla firmemente a sus hijos, que estudian en Macas, utilizando el celular y cerrando o abriendo el grifo del dinero; se refiere al menor de ellos con orgullo, cuando indica que jugó un interprovincial de fútbol en el estadio de Cuenca hace unos días, y que lo hizo bien.

Jesús considera que es tiempo de volver al país y cultivar la tierra de sus padres, en donde olvidará el tráfago de Nueva York con sus días y noches de intenso trabajo. Sin embargo no tiene fecha para hacerlo.

Si usted viaja a Nueva York, lleve la tarjeta y pregunte por Jesús, que le tratará amablemente y le pondrá música nacional en el trayecto al aeropuerto. Cuando se despida podrá ver en sus ojos la melancolía de quien se queda, deseando ser el viajero que toma el avión de vuelta.


Publicado el 1 de junio de 2011