miércoles, 10 de junio de 2015

El curtido

El curtido aguantaba los golpes más duros. Era el amigo que, en primera línea, se liaba a golpes cuando el salvajismo enfrentaba a los colegios después de un partido de básquetbol. Era también el que llevaba la mochila  con la carpa a los paseos al Cajas. 

El curtido era capaz de sacar las barras paralelas de la bodega para que los demás hicieran la “limpia” y se daba una mortal en la barra. Más aún, en alguna caída se golpeaba la cabeza y, sin embargo, su reacción inmediata le llevaba a estar de pie, sin que se brillara una sola lágrima.

El curtido se presentaba en primera fila cuando el profesor de educación física empezaba a escoger a las parejas para el boxeo. Nunca le dolía el bazo cuando corría los 10.000 metros planos en la pista atlética que circundaba la cancha de fútbol.

El curtido estaba para cambiar una llanta, cuando el vehículo requería que debajo de la gata estuviera también un ladrillo. Podía desatornillar las tuercas con la llave en cruz, sin tener que pararse encima de ella.

El curtido nadaba en un hondo del río sin tiritar porque el agua estaba muy fría y era capaz de treparse al sauce más alto y lanzarse desde allí sobre una ligera capa de arena y hierbas, haciendo un rol.

El curtido no era como los demás: venía de un hogar humilde, o “disfuncional” como se diría hoy. Tenía un papá borracho que le pegaba con la correa; una madre que hacía labores de costura hasta altas horas de la noche. Tenía muchos hermanos, que andaban sin zapatos y con mocos.

La diferencia estaba en que entró a la escuela y a pulso se ganó el afecto de sus compañeros, tan distintos a él. No era cuidadoso en sus modales y en cada frase incluía palabrotas. También decía “oe”, “parabris” y “gulumbio”, pero su arrojo temerario, lealtad al colegio y apoyo incondicional a un compañero necesitado de ayuda –aunque sea física- le granjearon un puesto especial en la clase.

Hoy el curtido está viejo y sin  embargo se reune con sus compañeros en algún aniversario especial. Es bronco como siempre, pero sus ojos ya no son tan duros. De vez en cuando vuelve a sus orígenes y trata a alguno de los asistentes de “doctor”; éste, por su parte responderá: ”¡qué pasa, pues, hermano!”, tal vez porque no recuerda su nombre. Pero se quedará toda la tarde, cantará algo y se tomará unos tragos. 

Al final, está entre compañeros. 

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10814-el-curtido/

Publicado el 10 de junio de 2015

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