miércoles, 11 de febrero de 2015

Para sobrevivir

Primer día en el colegio: los chúcaros están asustados en el extremo del patio. Por allí hay uno que se siente avergonzado porque su mamá ha venido a dejarle.

Toca la campana y todos se dirigen a las aulas. Las miradas van de uno a otro lado del cuarto para ver si aparece alguien conocido. En una de las bancas más alejadas está un muchacho que viene de la misma escuela: habrá que reunirse con él en el recreo y compartir algunas ideas para sobrevivir a este primer día de clase. Sin embargo parece que tiene otros amigos, antes nunca vistos.

La necesidad de subsistir en este mundo extraño lleva a que el grupito se reúna después de la clase: “¿De dónde vienes?, Yo, de la escuela Borja; yo, de la Federico; yo, de la Luis Cordero.”

La salida del colegio da la oportunidad de conocer algo más de estos nuevos amigos: éste vive en la Calle Larga, el otro en la Mariano Cueva y el de más allá en la bajada del Centenario. El último vino en bicicleta, pero la lleva a un lado, sin montar.

Se acercan otros jóvenes: uno de los compañeros les presenta como primos. El alto está ya en el segundo curso del Benigno Malo y el más chico en el primero del Técnico Salesiano. El recién llegado, que es también el más sabido, propone ir a la salida de las Catalinas, en la calle Sucre.

Ante esta propuesta, a varios de los presentes les baja un sudor frío desde la nuca: ¿Ir a ver chicas así, de golpe? Son muchas emociones para un solo día. 

Otro propone: hagamos un programa para jugar fútbol en la cancha del Orientalista, que tengo un amigo que me la presta. Podemos vernos allí el sábado a las ocho. El mayor bromea “pero no vendrán chuchaquis”.  (¡?)

Las inquietudes son las mismas: ¿Entendiste algo del viejo de matemáticas? El nuevo dirigente del curso  parece buena gente pero el de educación física nos va a sacar el aire: en unos días más dijo que nos hará boxear...

Son casi las cinco de la tarde de una jornada doble, como se estila. Hay que ir a la casa para preparar algún deber para mañana. La frase de despedida: dejaránse ver, parece que nace de un acuerdo pactado.

En la casa, ante la pregunta de la familia, la respuesta es simple: “ya tengo una jorga”. Todo está resuelto.


http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/10270-para-sobrevivir/

Publicado el 11 de febrero de 2015

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