miércoles, 26 de marzo de 2014

Las reglas

Imagínese caminando por la calle: cada vez que usted se cruza con una persona, le mira fijamente a los ojos. Posiblemente esta actitud le traiga más de un problema, es probable que, en pocos pasos, oiga la frase popular y, a la vez agresiva “¡Qué me miras, pes!” 
Los entrenadores de perros le dirán lo mismo: mirar fijamente a un can agresivo puede llevar a que éste ataque.

En los ascensores de nuestro país se estila que la gente se coloque pegada a las paredes, dejando, si es posible, un espacio al medio. De igual manera, aunque estamos de frente, tampoco miramos directamente a los ojos de un desconocido. Al contrario, en otros lugares la gente entra hacia el fondo y todos dan la espalda a los demás. Quien se coloque de frente demostrará, una vez más, una actitud agresiva.

El saludo con estrechón de manos tiene un origen muy antiguo, al igual que gesticular de lejos alzando la palma: en ambos casos el recién llegado demuestra que no se encuentra armado y que tiene una posición amistosa. No hay demostración de desprecio mayor que dejar a alguien con la mano extendida. En ese mismo momento, el amigo afectuoso que trató de saludar podría lanzar los términos más duros contra quien no extendió la mano.

Guillermo Tell, personaje novelesco de la historia suiza del siglo XIV, se negó a inclinar la cabeza ante el gorro puesto en la punta de un palo, que representaba al soberano de la Casa de los Habsburgo. El gobernador Gessler mandó a capturar a Tell y sabiendo de su fama como tirador de ballesta, ordenó que disparara una flecha contra una manzana puesta en la cabeza de su hijo. La vida de un joven por no inclinarse ante un símbolo de opresión.

Estos elementos demuestran que la vida en sociedad está llena de signos y símbolos y que, tal vez en concordancia con lo que pensaba Thomas Hobbes, el hombre sí es el lobo del hombre. Las reglas detienen los exabruptos y muestran a los ciudadanos que se mueven en ámbitos conocidos y de seguridad.

Sin un cambio social importante, ¿puede una ordenanza municipal modificar una actitud, por más razones legales que le asistan? ¿Por más que la posición sea intemperante e injusta? Se dirá que la norma debe anteceder a la conducta: muchas veces es el resultado de ésta. Hay que cuidar que la norma no produzca efectos contrarios a los que busca, simplemente por extenderse más allá de lo necesario. 

Publicado el 26 de marzo de 2014

miércoles, 19 de marzo de 2014

Carabina de motas

¡Y allí está! El caramanchel de papel periódico, con los chicles y las figuritas pegados en círculos sobre pintura roja, en extraños giros que parecen emular a las vueltas que dan las aspas de los castillos.

A su lado, dos carabinas de aire con sus culatas de madera apoyadas en los adoquines del parque, esperando que las levantemos. Y la mota: una punta metálica, que entraba justo en el cañón, delante de la escobilla que la empujaría a lo largo del cilindro por la fuerza del aire comprimido.


El propietario del juego grita con fuerza, llamando la atención, innecesaria por la atracción magnética que el arma tiene en los muchachos. Éstos se acercan, buscando en los bolsillos cuantos sucres o cinqueños quedan para calcular el número de disparos que podrán intentar.

La carabina no es ligera pero se ajusta bien al hombro. Ha sido previamente cargada por el gestor del juego, que ha bombeado con fuerza el arma  al cerrarla.

Hay que guiñar un ojo para apuntar bien. En la noche y con poca iluminación no es fácil lograr que la mira pueda fijar el objeto deseado. ¡Está listo el disparo! La línea recta entre el ojo, la “v” que está cercana y la punta que ha dejado de temblar al final del cañón, insinúan que el disparo será certero.

El dedo nervioso aprieta el gatillo y la mota sale disparada hacia el lugar menos pensado. Indudablemente la carabina está “truqueada”, pues tiene la mira torcida.

En un nuevo disparo la punta metálica sale bien, pero parece que no tiene la agudeza ni fuerza necesarias para que se mantenga clavada en la cajita amarilla de goma de mascar, y cae al suelo, lo que lleva en seguida al encargado a decir en alta voz: “¡el siguiente!”

¿Por qué esa fascinación con el arma maltrecha? Tal vez recuerdos infantiles de las películas de Durango Kid, vistas en el Teatro Salesiano, o del Llanero Solitario, cuando su compañero se llamaba “Toro” y no “Tonto”, como racista y despectivamente aparece en la versión original. 

Cada tiro a la caja de chicles, al muñequito, al chupete, lleva al muchacho a verse de cowboy y no como el estudiante pobre que mañana debe volver a la escuela, a soñar mientras escucha la jerigonza del insufrible profesor, hasta que llegue el próximo disparo.  

Publicado el 19 de marzo de 2014

miércoles, 12 de marzo de 2014

3msc y el lenguaje críptico

Si vamos por la carretera –que llamamos, pomposamente, autopista- hacia el norte de la provincia,  veremos en uno de los pasos a desnivel el nombre de una chica cualquiera y las iniciales “3msc”.

Los lenguajes ocultos, las señas imperceptibles, son parte de una clave de comunicación que los grupos que buscan su propia individualidad han utilizado siempre.

Allí está el “idioma de la p”, usado por los hermanos mayores para fastidiar a los más pequeños, que no llegan a entender nada aunque se dan cuenta perfectamente de la burla de que son objeto. Por allá se encuentra el alfabeto inventado en las largas y aburridas clases de álgebra, mucho antes que Al Juarismi, pintado en el libro de Baldor, se pareciera tanto a Ossama ben Laden.

Las pandillas tienen su propio idioma, ininteligible para quien no ha sido aceptado, con sangre, a pertenecer al grupo. En el dialecto popular es posible decir “el man” y “la man”, y sin embargo lo entienden todos. Recordemos el famoso eslogan de campaña “Pan, techo y empleo”, convertido en “Jama, caleta y camello”.

Las ciencias mantienen  un lenguaje críptico para los profanos y es muy distinto el término “deposición”, cuando un abogado lo usa para decir “la deposición de un testigo”, que cuando lo dice un médico. Parte del halo de importancia que rodea a todas las profesiones es el lenguaje especializado, que sirve a veces para poner una distancia entre el cliente y el iniciado, aunque otra solamente aproveche para disimular la ignorancia de este último.

Antes de las tablets había libros que venían con una ruedita dentada, con la que podían formarse palabras extrañas con sólo girar un círculo en que aparecían cruzadas las letras y aún hoy, cuando una paloma mensajera de la Segunda Guerra Mundial aparece disecada, los expertos no pueden descifrar el papel que lleva en una de sus patas.

Lamento decir que “3msc”, grabado en el puente a desnivel, ha sido traducido: Federico Moccia, un escritor italiano, publicó “3 metros sobre el cielo”, muestrario de las relaciones entre el “azote” o “bacán” y la niña “pelucona”. En el fondo, es solamente una declaración de amor. 

Publicado el 12 de marzo de 2014

miércoles, 5 de marzo de 2014

Oculto en la ceniza

Hoy es Miércoles de Ceniza. Han pasado ya los días de la locura carnavalera, reducida por los cambios sociales y generacionales a escapadas a la playa en vez de permanecer en la ciudad o salir al campo cercano entre el vértigo del agua, los tragos, la abundante comida y los amigos.

Aún para los no practicantes,  el Miércoles de Ceniza trae un giro en la actitud y en los compromisos: hay que asentar la cabeza, trabajar más fuerte, cumplir con lo que esperan los demás.

Este día algunos mostrarán la ceniza en la frente, cada vez más escasa pues ya ni siquiera hay curas que la impongan. Para un oficinista de hoy, esa mancha en el rostro no solamente recuerda la muerte pues “polvo somos y en polvo nos convertiremos”, sino que deja en claro el origen popular, campesino, religioso que es necesario ocultar.

El Carnaval es desenfreno, rotura de reglas, cambio de horarios, abuso de poder de los más grandes a los más chicos, de los hombres a las mujeres, que casi las convierten en la chica de los dibujos trogloditas, a la que se tira de los cabellos para llevarla al agua. El inicio de la Cuaresma transforma al señor Hyde de nuevo en el doctor Jekill. Todo lo que estaba escondido, oculto (“hide”, por tanto) y que brotó, a veces espontáneamente, a veces forzadamente, vuelve a un lugar recóndito en el que volvemos a ser el ciudadano común que cumple con sus obligaciones.

La estructura mental humana necesita de hitos que definan su comportamiento y actitudes. Pasamos, como en una montaña rusa, de lo más alto a lo más bajo, del giro sin control a la parada en la estación, del grito a la risa, del sufrimiento a la calma.

Cuántas de estas expresiones populares conforman nuestra real personalidad; desde la infancia y la juventud, cuántos de estos actos nos han transformado en lo que somos hoy. ¿”Tranformado”, es la palabra? Evidentemente si, pues en otro lugar y en otras circunstancias podríamos ser un frío nórdico, un ruso que no entiende de bromas, un alemán que nunca –nunca- rompe las reglas, un africano que no encuentra agua, un esquimal que no tiene ganas de mojarse jamás.

Pero somos esto: cuencanos, carnavaleros, hombres y mujeres que llevan la ceniza en la frente, nos la haya impuesto un cura o no. En pocas palabras, individuos que llevamos adentro, a la vez, al doctor Jekill y al señor Hyde.

Publicado el 5 de  marzo de 2014