miércoles, 22 de enero de 2014

Nuestra luna lejana

Se oye con frecuencia: “Lo mejor es viajar”. Y la gente lo hace con el límite que le da su dinero y su tiempo.

Muchos toman a su familia –incluyendo abuela y perro- y la embarcan en la buseta escolar que todos los días se usa para el trabajo que sostiene la casa. Aparece un fin de semana largo y la buseta cruza el Cajas, o sale de Guayaquil o de Santo Domingo, y llega a la playa. Las incomodidades no importan aunque muchos deban dormir en el propio vehículo.

Otros, si tienen dinero, van al exterior.

Llegados al sitio, todos empiezan a observar y asombrarse de aquello que no es cotidiano, que no se refleja en el trajín diario, descubriendo construcciones, vegetación y personas que no son como las nuestras. ¿O si?

Es que “descubrir” es justamente eso: develar lo que cubre algo, deshacer la ignorancia, encontrar lo oculto, lo inesperado.

En los barrios más populares otra forma de viaje aparece aún a costa de “piratear” señales de televisión: las antenas, que reciben ondas desde los satélites que circunvalan la tierra,  también descubren, en la propia casa, lo que ha estado oculto, lo que no se sabía.

¿Qué lleva al hombre a tratar de salir de su entorno y ver cosas nuevas, aún a costa de sacrificios o de largos pagos mensuales que nunca acaban?

Pueden ensayarse muchas respuestas, pero hay una que parece estar presente: en el interior de cada persona está, quizás vivo, ese niño que se asombra con lo nuevo.

Es verdad que el mundo parece moverse solamente por dinero; sin embargo hay muchos que están dispuestos a ir más allá con la clara intención de encontrar algo que vuelva a permitir que el corazón lata más rápidamente, las mariposas vuelen en el estómago y el cabello de la nuca se erice.

Al ver “Europa Report”, del director ecuatoriano Sebastián Cordero, queda claro el mensaje de aquellos que son capaces de ir más allá de los límites, aún a costa de cualquier esfuerzo: “Qué vale mi vida ante lo que hemos encontrado” es la frase que marca un viaje hasta la lejana luna de Júpiter, en la que los ojos vuelven a abrirse otra vez, grandes como platos, ante lo nunca visto, lo inesperado.

¡Ay, si podríamos viajar hacia nuestra propia luna lejana! 

Publicado el 22 de enero de  2014

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