miércoles, 13 de febrero de 2013

Vida cotidiana


Doña Mercedes es una campesina de Tarqui; tiene 86 años y ha criado a una docena de hijos. Su marido murió ya hace algún tiempo y ella se ha quedado en una casita de adobe, con techo de paja, con un par de cuartos entablados y el resto de tierra. Tiene una vaca, algunos cuyes y, por supuesto, gallinas.
Sus hijos han tenido diversas suertes. La mayoría son mujeres que han laborado en el campo, otras en el servicio doméstico en Cuenca. Dos de ellas han ido a vivir en lugares que pueden parecer cerca, como Girón, o lejos, como Pasaje, para ejercer como comerciantes de ganado. 
Doña Mercedes tiene hoy nietos y biznietos. Inclusive una nieta vive en Italia, adoptada apenas nació por una pareja que estuvo de paso por nuestra ciudad. Tiene su abuela una leve noción de esta chica que es, a la vez, tarqueña y romana. La chica, hoy de más de 20 años, ya no conserva raíces con la tierra que le vio llegar al mundo, sin avisar, en un zaguán del centro de la ciudad.

Uno de sus hijos varones, chofer de bus interprovincial, no tuvo una vida muelle. Estuvo preso por un accidente de tránsito que produjo muertos y, otras veces su carácter, más bien violento, le llevó a meterse en más de un lío. Sin embargo, siempre fue cariñoso con su madre y venía a visitarla con frecuencia.

Este señor tuvo dos mujeres: la del matrimonio y otra, desconocida para la familia, conocida por él en algún viaje del bus. Con ambas tuvo sus hijos y ambas entregó el dinero para su sostenimiento.

En uno de sus viajes, el chofer recibió un tiro y murió. Han pasado más de seis años desde este acontecimiento que marcó a la familia. Su viuda ha mantenido siempre una relación cercana con doña Mercedes y sus cuñadas. A la otra mujer no llegaron a conocerla sino hasta que planteó una demanda por alimentos contra doña Mercedes, reclamándole el pago de varios miles de dólares calculados desde la muerte del padre de su hijo.

El trámite fue tortuoso e incluyó la exhumación para tomar muestras de ADN, necesarias según el abogado, innecesarias según la familia que, honradamente, reconoció al niño como nieto y como sobrino.

La exhumación en el cementerio de Tarqui fue penosa. Al final ratificó lo que ya se sabía: el niño es hijo de quien siempre le trató como tal. Doña Mercedes recibió la sentencia como ha recibido tantas noticias extrañas en su vida: está obligada a pagar la pensión alimenticia de su nieto, traspasándole el valor de su “bono de la pobreza” y más. La madre del chico, que tiene alrededor de 30 años, considera que se ha hecho justicia. 

Éste no es un cuento sino una verdad dolorosa de la vida de nuestra gente, aquí cerca, a pocos kilómetros de distancia.

Publicado el 13 de febrero de 2013

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