miércoles, 13 de abril de 2011

El "Candilejas" y otros recuerdos

Este artículo no trata de ser un homenaje, sino un recuerdo de una época que parece muy lejana. Es cierto que el tiempo ha corrido, pero ha cambiado aún más el concepto de las cosas.


Cuenca era una ciudad mucho más pequeña que lo que es ahora y había llegado una señora a instalarse en ella. Lo hizo casada con un pintor reconocido, creador de grandes cuadros de colores que representaban las fiestas populares: danzantes, castillos del septenario, grandes globos entre los que estaba “el de las 10”, llamado así porque se lanzaba a volar como cierre de la fiesta y no más allá de esa hora.

Al mismo tiempo abrió una escuela de danza, aunque ese nombre más bien era el de “academia de baile” en un momento en que el movimiento del cuerpo podía parecer más bien pecaminoso; más aún cuando las chicas debían usar mallas pegadas al cuerpo.

Inclusive alguna vez que Patricia Aulestia, miss Ecuador y bailarina, vino a Cuenca con un grupo de baile folklórico, aún usó bajo la pollera una prenda llamada, con toda propiedad, “matapasiones”. Hacerlo con los pies desnudos era, indudablemente, una ruptura total de las convenciones sociales.

La cosa no quedó allí: la señora y su esposo pintor abrieron un pequeño cine llamado “Candilejas”, como la película de Chaplin, y en él se proyectaron películas que iban desde la extraordinaria “Fantasía” de Disney y las de “Sissi Emperatriz”, con la bella Romy Schneider, hasta las que dirigía Armando Bó y tenían como especial figura a una voluptuosa argentina:  Isabel Sarli.

Estas eran las llamadas “películas prohibidas”, sueño de todos los adolescentes de la ciudad, que entraban al cine luego de apagadas las luces para no encontrarse con algún pariente cercano. Como las cosas han cambiado tanto, las películas de Isabel Sarli se transmiten ahora, como de cine B, en los canales del cable a las cuatro de la tarde.

Estas actuaciones de la señora y su esposo cambiaron indudablemente a Cuenca y abrieron a sus habitantes a otra dimensión. Hoy que Osmara de León ha muerto la ciudad ha  perdido algo de su historia cotidiana. Al final, éste también es un homenaje a quien, al final de su vida, escuchábamos todos los días en la radio contándonos las noticias del mundo, que no es igual al que fue ni lo será nunca más.

Publicado el 13 de abril de 2011

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