miércoles, 9 de febrero de 2011

El camino musulmán

Según blogs de grupos islámicos, los musulmanes de nacionalidad ecuatoriana son solamente doscientos setenta y cinco. Los extranjeros suman tres mil quinientos. Son, en todo caso, un grupo muy pequeño que no tiene ningún peso social o político.

¿Qué significa para los ecuatorianos, por tanto, una revuelta que se lleva a cabo tan violenta y sangrientamente, en Egipto, Yemen o Túnez, con los que no nos une el importante vínculo de la religión?
Sociológicamente las ideas religiosas han dado una forma al pensamiento de cualquier grupo social: influencia en el comportamiento humano, la celebración de las fiestas, el nombre que se da a los niños, la moral general, la arquitectura, el arte, la música.

Los grupos musulmanes más radicales buscan la “sharia” o “camino del manantial”, que es una forma de vivir basada en las ideas del Islam. Ninguno de los campos de la vida humana queda fuera del control religioso, que llega a transformarse en ley. Los métodos para castigar las desviaciones pasan por alto los derechos humanos y son sumamente crueles: los azotes, la lapidación, la amputación de los miembros.

La aplicación extrema de la sharia lleva a una vigilancia de la vida de cada ciudadano y vuelve al Estado el gran controlador.

Es interesante descubrir a veces, entre gente que se proclama progresista, un apoyo decidido a favor de las rebeliones que buscan la sharia. Su actitud se fundamenta en un rechazo ideológico del llamado mundo occidental, al que pertenecen, lo quieran o no. El nuestro, mundo mestizo que pertenece a Occidente, se ha formado de las concepciones vitales de varias civilizaciones, en las que la musulmana no ha tenido influencia, más allá de la que vino con los descubridores, coetáneos de los árabes recién expulsado de España.

También en nuestro país hay posiciones que quieren crear una especie de “sharia” cuando los gobernantes resuelven involucrarse en la moral privada. Ya Fernando Savater lo dijo: el jugador compulsivo desea que el Estado prohíba las máquinas tragamonedas porque le es imposible dejar de jugar. Requiere, entonces, un “papá” que asuma la responsabilidad.

¿Tendremos nuestra propia “sharia”?


Publicado el 9 de febrero de 2011

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