Sirve para sumar las cuentas, pues hemos perdido la habilidad de hacerlo con papel y lápiz, y también para que nos recuerde el cumpleaños de algún amigo. De esa manera, casi automática, resolveremos que hay que ponerle una felicitación en el Facebook, o enviársela por WhatsApp, sin tomarnos la molestia –que parece real- de llamarle a saludar.
El celular está también para las fotos: de los niños, la mascota, un paisaje, un plato de comida, los selfies. Guarda el número de las tarjetas de crédito y la clave del IESS; nos permite escuchar música y ver videos.
Y está también para despertarnos con unas campanitas artificiales, que van subiendo de tono hasta que toquemos su pantalla. ¡Qué lejos está el teléfono del viejo reloj despertador!
Ese antiguo reloj nos vigilaba en la noche con sus manecillas de un color verde fosforescente, que se habían cargado de luz durante el día y que mostraban el largo camino de la noche en el duermevela del insomnio.
Tenía dos campanas que eran capaces de levantar a un escuadrón cuando recibían el toque insistente del mecanismo de alarma. Solamente el que ha escuchado ese timbrazo conoce el deseo enorme de lanzar el aparato contra la pared.
Montar el funcionamiento del despertador casi era trabajo de un ingeniero mecánico: había que ponerle en hora y hasta calibrarlo, moviendo una pieza hacia el + o el – a que señale puntual las horas. Después marcar, con una aguja roja, la hora en que el timbre debía sonar.
El timbre era de verdad: no sonaba a un bosque tropical, ni a las olas del mar de Hawaii, menos aún a la Guerra de las Galaxias ni a una marimba tropical. Era un sonido hiriente y atronador, que llevó hasta a discusiones conyugales cuando los horarios de marido y mujer no concordaban.
El despertador tenía un propósito y servía para él magníficamente. Después vino el reloj de pilas, hasta que llegó el celular: más preciso y más práctico. Las agujas fosforescentes desaparecieron. Los fabricantes de aplicaciones hoy pueden emular un despertador antiguo en la pantalla, pero nadie lo lanzará contra la pared. ¡Cuesta mucho!
Publicado el 28 de octubre de 2015
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