miércoles, 26 de septiembre de 2012

Serrat y los poetas (III)

Serrat musicalizó muchos poemas, propios y ajenos. En 1972, tres años después de cantar a Machado, lo hizo con Miguel Hernández en un  disco oscuro y difícil.

La música no tenía ya la alegría que se encontraba en las canciones musicalizadas de Machado, pese a que tales letras contenían recuerdos de infancia, hablaba de la muerte y añoraban tiempos mejores. Inclusive al referirse al poeta, enterrado en otra patria, la musicalización tenía luminosidad.

No sucedió lo mismo en el disco de Miguel Hernández, pues música y letra se hundieron ominosamente en el lago de tristeza que fue la vida de un hombre olvidado mucho tiempo.

Hernández nació en Orihuela, “su pueblo y el mío”, como dice en la “Elegía” a Ramón Sijé, en una familia campesina de pastores de cabras. Estudió tarde, pero se involucró con los clásicos españoles, que despertaron su genio.

Tuvo un solo premio literario en su vida, que lamentablemente para él no fue en el dinero que tanto requería, sino en una placa de reconocimiento que no cubrió el gasto de la leche que tuvo que vender para viajar a recogerla.

Se alistó en el bando republicano y luchó en la Guerra Civil española. Aparece todavía por allí una foto suya, declamando ante un regimiento, en una imagen surrealista, en medio del fango y del dolor. Terminada la guerra fue tomado preso y murió en la cárcel a los 31 años.

El disco de Serrat contiene poemas amargos e impactantes, como la “Elegía”, tal vez el único poema del castellano, con las “Coplas por la muerte de su padre”, de Jorge Manrique, que puede traducir, en palabras, los sentimientos de la hora suprema de la despedida. Cualquiera de sus versos refleja el peso de lo inevitable, y la sensación amarga del nunca jamás: “Un manotazo duro, un golpe helado/un hachazo invisible y homicida/un empujón brutal te ha derribado/

Sacude igualmente el poema de “El niño yuntero”, tan parecido a los nuestros en la época del arado y los bueyes: “Contar sus años no sabe/y ya sabe que el sudor/es una corona grave/de sal para el labrador/

Con todo esto, la obra de Serrat fue minusvalorada en un momento histórico en que, en España o en nuestra América hispánica, las verdades dolían porque estaban todavía a flor de piel: “Pintada, no vacía:/pintada está mi casa/del color de las grandes/pasiones y desgracias”.

Publicado el 26 de septiembre de 2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Serrat y los poetas (II)


Si hubo un disco que impactó fuertemente éste fue “Mediterráneo”. En él, inclusive desde su carátula, aparecía un joven Serrat tocado por el genio. Cuántos jóvenes añorábamos ser como él, cantar como él y esperar que las chicas se enamoraran, como lo hacían al escuchar “Lucía”, o “la mujer que yo quiero”, pero de nosotros y no de él.

Todavía hoy, “Pueblo Blanco” es canción para cantarla entre amigo cercanos, con un buen trago en la mano.

Pero antes, aunque llegó después a nuestro conocimiento, Serrat había musicalizado a Antonio Machado. Fue en 1969 cuando el disco vio la luz y marcó el conocimiento de un poeta desconocido entre los jóvenes rockeros y poperos de la época. La frase de “Cantares” se volvió común: “Caminante, no hay camino/ Se hace camino al andar...”: una letra que mezcla a Machado con el propio Joan Manuel, que se atrevió sin desentonar, a incluir tres estrofas suyas entre los versos del poeta, para recordarlo pobre, olvidado y yacente en país extraño, cubierto con el polvo de una tierra que no es la suya.

El disco se llamó sencillamente “Dedicado a Antonio Machado, poeta” y traía una carátula muy extraña para un cantante que vendía hasta por su propia imagen: un color rojo en medio del cual aparecía un pequeño retrato del bardo, en edad mediana, sobre unas llamas que arrasaban, subiendo hacia el retrato.

Las letras de las canciones no tenían nada que ver con las estrofitas pegajosas de las canciones de amor de la época: mostraban el alma desnuda de quien manifestaba sin ambages “soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, y llevaba a volver a la infancia y recordar las “moscas del primer hastío en el salón familiar... perseguidas, perseguidas/por amor de lo que vuela.”

Muchos podíamos encontrar a algún pariente reflejado en don Guido, dedicado a “repintar sus blasones/hablar de las tradiciones de su casa” y “a escándalos y amoríos/poner tasa”, y ver de manera distinta los Pasos de la Semana Santa, esperando no encontrar “a ese Jesús del madero/ sino al que anduvo en la mar.”

En fin, el disco daba para oírlo una y otra vez, y otra vez más, hasta saberse cada una de las letras. Cuántos de los que escucharon a Serrat pueden decir, en sus palabras: “He andado muchos caminos/he abierto muchas veredas/he navegado en cien mares/ y atracado en cien riberas”, sin reconocer que, en su bagaje personal, se encuentra Machado.

Publicado el 19 de septiembre de 2012

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Serrat y los poetas (I)


La historia de Joan Manuel Serrat nos lleva a sus inicios como intérprete revoltoso que, en los tiempos de la dictadura del Generalísimo Franco en España, resuelve que la canción con la que representaría a su país en el Festival de Eurovisión la cantaría en catalán y no en castellano.

La resolución tuvo varias lecturas, como se dice hoy: los orígenes humildes del cantante nacido en Poble-Sec y su actitud para poner en evidencia la posición del Gobierno contra la cultura y la lengua catalana, la posibilidad de llamar la atención y, hasta una jugada para recuperar a los seguidores catalanes que había perdido. Los cierto es que Serrat no fue a Eurovisión; la canción “La-la-la” fue interpretada por Massiel y ella ganó el primer premio.

Sea cual fuere la historia, Serrat, sin necesidad de trucos publicitarios se volvió un cantante de culto por los temas que abordaba, la forma en que escribía, y la calidad de su música.

Sin embargo hay una faceta de Serrat que cabe resaltar: su interpretación de las obras de varios poetas españoles llevó a que éstas se popularizaran enormemente, saliendo de los libros que las mantenían encerradas, empolvadas y olvidadas.

Muchas de esas canciones que, en general, se tararean suponiendo que son obras del propio Serrat, se interpretan en las peñas, alrededor de una fogata, en la casa de los amigos, en el campo o en la playa. Cientos de jóvenes han aprendido los primeros acordes de guitarra, ensayándolas una y otra vez. 

A Rafael Alberti, nacido en 1902, le pertenece “Se equivocó la paloma”. El poeta, que perteneció a la Generación del ’27 fue, como tantos otros, al exilio cuando los republicanos perdieron la guerra. Serrat musicalizó este poema en 1969, y lo incluyó conjuntamente con otras piezas que se hicieron también famosas: El titiritero, Tu  nombre me sabe a yerba, Penélope... Pensándolo bien, el cantante terminó llamando al LP (long play o disco de 33 r.p.m., para los jóvenes de la época del cd) como “La paloma”.

Alberti, entonces, fue cantado por los jóvenes para sus amigas, y su letra ablandó corazones que dijeron “si”, cuando todavía había que declararse para ser aceptado como enamorado: “Se equivocó la paloma/ Se equivocaba... /Que tu falda era tu blusa/ que tu corazón, su casa/ Se equivocaba...

Publicado el 12 de septiembre de 2012

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Temprano levantó la muerte el vuelo ...

“Temprano levantó la muerte el vuelo/Temprano madrugó la madrugada...” Las palabras de Miguel Hernández retumban en las calles empedradas de Cuenca del Ecuador y muestran el absurdo de un joven abatido, sin sentido alguno, sin causa, sin que corresponda.

Se reúnen, en un solo momento, las horas de la niñez con los padres, la juventud y los amigos, las esperanzas, las ilusiones, las añoranzas, los sueños cumplidos y no cumplidos.

Se quedan la risa, el llanto, las fotos, los viajes, la madre, los recuerdos. Y resulta difícil, imposible, entender lo sucedido: por absurdo, por inesperado.

Mundos interiores y exteriores se conjugan a lo largo de los años para formar a cada persona, ser individual e insustituible. Cuando se va, con él muere todo un universo que nunca volverá a ser igual.

La fortaleza del padre, que día a día, mes a mes, y año a año, lucha contra el sino, con la fortaleza de la personalidad que viene del acervo no olvidado de la familia, los basamentos de las tierras del alto Cañar y de su Cuenca querida, y le sostienen, se ve quebrada por algo que no puede resolver, ni controlar, ni entender. Sin embargo, sí le queda el impulso que nace desde adentro para llevar el cofre definitivo, aunque sea por momentos.

¡A quien más que a él le corresponde! Y lo hace, transido de dolor, con lágrimas, con la vida amputada.
Pepe: querido amigo de tantas mañanas compartidas en la universidad, discutiendo con los colegas profesores de lo divino y lo humano, de lo mejor y lo peor de este mundo. Compañero de escritura en la columna de este Diario, en que has vertido tu
claro pensamiento, tu visión de la vida y de la muerte: hemos admirado tu lucha frontal con la tenaz enfermedad, que nunca te venció. ¡Qué podemos decir ahora, ante la tragedia, ante el dolor, ante la nada!

Tú, que posees la palabra directa, incisiva, precisa, a la que das el significado que corresponde, a la que has despojado de la hojarasca para dejarla pura en su esencia, sabes cuánto pesa cada letra que no significa nada, cada término que no transmite lo que querría. Tal vez por ello es que recurrimos al poeta, a Hernández, para definir el sentimiento común de tus amigos.

Publicado el 5 de septiembre de 2012