miércoles, 12 de octubre de 2011

La manzana y la muerte



¿Por qué la muerte de un hombre al que no conocemos puede impactarnos de tal manera que, en el fondo, nos parece extraño que suceda?

Si hemos seguido las páginas de los diarios o las noticias de la televisión. Mas aún, si hemos revisado nuestra cuenta de Facebook o Twitter, o navegado por la red en estos últimos días, habremos encontrado el rostro de un hombre barbado, flaco, con lentes redondos, que nos mira fijamente. Es –o fue- Steve Jobs, el fundador de la compañía Apple.

En nuestra propia ciudad hay quienes que se han sentido extrañamente tristes por la desaparición de este personaje. Sin embargo el sentimiento es común: Emilcar, un bloguero español, se hace la misma pregunta: ¿Qué me pasa, que siento esta muerte como la pérdida de un pariente o un amigo?

Las razones pueden ser muchas: la globalización, entre otras cosas buenas o malas, ha empequeñecido el mundo y lo que sucede en cualquier lugar lo conocemos, de manera inmediata,  al otro lado del planeta. No es lo mismo leer una noticia de lo que sucedió hace tres meses, que sentirla vibrando en el momento que pasa.

Sin embargo esta consideración no es objetiva: no habría sucedido lo mismo si el jefe de una gran corporación mundial, explotadora de petróleo o fabricante de acero, hubiera muerto.

Hay una sensación general regada en todo el mundo, que este hombre, Jobs, cambió en mucho la historia que vivimos diariamente. Que muchas de las cosas que utilizamos para trabajar, las computadoras,  o de las que gozamos, como la música que escuchamos en un minúsculo reproductor de sonido, han nacido de su ingenio. Que la posibilidad de relacionarnos con los amigos y parientes que no hemos visto en años, y con los que compartimos fotos de los hijos o de los nietos por la telaraña virtual, tienen que ver con el trabajo de Jobs.

El concepto de las ventanas en el computador- antes de Windows-,  el uso del ratón para manejarlo; la relación entre el hombre y la máquina por medio de imágenes que podemos reconocer porque nos son familiares y no simples instrucciones, han sido desarrollados también por Jobs.

Jobs, por supuesto, no era perfecto pues ningún ser humano lo es. Sin embargo, en la balanza que pesa  lo que hizo bien y lo que hizo mal, este ciudadano del mundo muestra un desbalance positivo indudable.

Al final de cuentas hay gente que sufre mucho cuando muere una estrella de cine o un cantante, cuyo único mérito puede ser una cara bonita. La sensación de pérdida por Steve Jobs, demuestra que la humanidad tiene también inquietudes que van más allá de lo anodino: otros Jobs pueden aparecer impulsados por el ejemplo de este adelantado de nuestro tiempo. 


¡Piensa diferente!


Publicado el 12 de octubre de 2011

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