¿Por qué la muerte de un hombre al que no conocemos puede
impactarnos de tal manera que, en el fondo, nos parece extraño que suceda?
Si hemos seguido las páginas de los diarios o las noticias
de la televisión. Mas aún, si hemos revisado nuestra cuenta de Facebook o
Twitter, o navegado por la red en estos últimos días, habremos encontrado el
rostro de un hombre barbado, flaco, con lentes redondos, que nos mira
fijamente. Es –o fue- Steve Jobs, el fundador de la compañía Apple.
En nuestra propia ciudad hay quienes que se han sentido
extrañamente tristes por la desaparición de este personaje. Sin embargo el
sentimiento es común: Emilcar, un bloguero español, se hace la misma pregunta:
¿Qué me pasa, que siento esta muerte como la pérdida de un pariente o un amigo?
Las razones pueden ser muchas: la globalización, entre otras
cosas buenas o malas, ha empequeñecido el mundo y lo que sucede en cualquier
lugar lo conocemos, de manera inmediata, al otro lado del planeta. No es lo mismo leer
una noticia de lo que sucedió hace tres meses, que sentirla vibrando en el
momento que pasa.
Sin embargo esta consideración no es objetiva: no habría
sucedido lo mismo si el jefe de una gran corporación mundial, explotadora de
petróleo o fabricante de acero, hubiera muerto.
Hay una sensación general regada en todo el mundo, que este
hombre, Jobs, cambió en mucho la historia que vivimos diariamente. Que muchas
de las cosas que utilizamos para trabajar, las computadoras, o de las que gozamos, como la música que escuchamos
en un minúsculo reproductor de sonido, han nacido de su ingenio. Que la
posibilidad de relacionarnos con los amigos y parientes que no hemos visto en
años, y con los que compartimos fotos de los hijos o de los nietos por la
telaraña virtual, tienen que ver con el trabajo de Jobs.
El concepto de las ventanas en el computador- antes de
Windows-, el uso del ratón para
manejarlo; la relación entre el hombre y la máquina por medio de imágenes que
podemos reconocer porque nos son familiares y no simples instrucciones, han
sido desarrollados también por Jobs.
Jobs, por supuesto, no era perfecto pues ningún ser humano
lo es. Sin embargo, en la balanza que pesa lo que hizo bien y lo que hizo mal, este
ciudadano del mundo muestra un desbalance positivo indudable.
¡Piensa diferente!
Publicado el 12 de octubre de 2011
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