miércoles, 23 de febrero de 2011

¿Quisiera ser...?


Cuando Joaquín Sabina escribió las canciones de un disco que se llama “Física y Química” en 1992, causó revuelo en España y en el mundo. No solamente que había logrado crear un  disco con éxitos indelebles como “Y nos dieron las 10” sino que fue socialmente cáustico en varios temas.

Una de las canciones se refiere a los personajes que le habría gustado ser y que nunca será, vidas ajenas de personajes que, en la historia, estuvieron en un momento y lugar determinado. La lista es extraordinaria y podría dar lugar a un juego de mesa interesante.

¿Qué es lo que le había gustado ser a Sabina y que nunca fue?:

Al Capone en Chicago, pintor en Montparnasse, negro en Nueva Orleans.

Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén.

Cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Playboy.

Y así, muchos personajes más.

Parafraseando a Sabina, podríamos pensar que en nuestra patria también hay personajes que muchos quisieran ser y nunca serán. Empleos y puestos apetecidos o aborrecidos. Cada uno de ellos con su gran o pequeño poder, sus secretos y su circunstancia, sus quince minutos de fama, como lo dijo alguien al que le duró más.

¿Qué tal ser director jurídico de la Presidencia, hermano del secretario de la Corte Constitucional, amigo del coronel Carrión?

O, tal vez, ¿traficante de tierras en el Guayas, ex propietario de Radio La Luna, cortesano en Carondelet?

Será interesante: ¿redactor de propaganda oficial, vendedor de souvenirs en Montecristi, fabricante de manteles para diputados?

¿Insultado en cadena sabatina, sicario de tinta, Rafael Reyes en Angostura?

¿Comecheques en un juzgado, torero en plaza de toros cerrada, coideario de Gadafi?

Tal vez nos quedaríamos más contentos, como el propio Sabina, de ser un pirata cojo/ con pata de palo/ con parche en el ojo/ con cara de malo … capitán/ de un barco que tuviera/ por bandera/ un par de tibias y una calavera.

Publicado el 23 de febrero de 2011

miércoles, 16 de febrero de 2011

La noche de los asesinos

Los asesinos esperan en la oscuridad; han roto la cerca y se han introducido en silencio a los jardines. Saben que su víctima aún no ha llegado y, por ello, no han encontrado mejor sitio que esconderse que  en la casita de muñecas, construida en medio del jardín con tanto amor.

Los asesinos palpan los revólveres que reposan en sus rodillas. Están cargados con balas calibre 38, suficientes para destruir una vida rápidamente. No es la primera vez que se encuentran en una situación como ésta, pero no les gusta esperar pues prefieren terminar rápido su “trabajo”. Así lo llaman: su voluntad para hacerlo está debidamente aceitada por el dinero que han recibido o que piensan recibir.

Los asesinos son jóvenes. Sin embargo han hecho tantas cosas en la vida que una más no hace diferencia. Esperan no encontrarse con sorpresas y que todo se resuelva rápidamente.

Los asesinos saben que sus acciones están mal, pero el alcohol o la droga han embotado sus sentimientos para que desaparezca cualquier vestigio de conciencia o, por lo menos, ésta no les impida terminar lo que se han propuesto.

Llegado el momento apuntan y matan. Cortan una vida de raíz y empujan hacia el abismo más hondo a toda una familia: esposa, hijos, padres, amigos.

Nunca más podrán recuperarse y la violencia habrá marcado definitivamente cada uno de sus días.

Nunca más la reunión del viernes en la noche con los amigos. Nunca más el cine del sábado con los hijos. Nunca más la mirada orgullosa de la madre que vio crecer a su hijo –la víctima- al que tanto ha querido y que es –fue- un hombre sensible, afectuoso, completo.

Nunca más las largas conversaciones con las hijas sobre tantas cosas, ni la complicidad para sus grandes o pequeños asuntos. Nunca más el beso con  la compañera de toda su vida, su esposa desde la juventud, hoy perdida para siempre.

Los asesinos, crueles e insensibles al dolor que han causado, abandonan el lugar marcados con la sangre hasta una próxima oportunidad.

¿Qué nos ha pasado? ¿Qué ha pasado en nuestra ciudad, en nuestro país?


Publicado el 16 de febrero de 2011

miércoles, 9 de febrero de 2011

El camino musulmán

Según blogs de grupos islámicos, los musulmanes de nacionalidad ecuatoriana son solamente doscientos setenta y cinco. Los extranjeros suman tres mil quinientos. Son, en todo caso, un grupo muy pequeño que no tiene ningún peso social o político.

¿Qué significa para los ecuatorianos, por tanto, una revuelta que se lleva a cabo tan violenta y sangrientamente, en Egipto, Yemen o Túnez, con los que no nos une el importante vínculo de la religión?
Sociológicamente las ideas religiosas han dado una forma al pensamiento de cualquier grupo social: influencia en el comportamiento humano, la celebración de las fiestas, el nombre que se da a los niños, la moral general, la arquitectura, el arte, la música.

Los grupos musulmanes más radicales buscan la “sharia” o “camino del manantial”, que es una forma de vivir basada en las ideas del Islam. Ninguno de los campos de la vida humana queda fuera del control religioso, que llega a transformarse en ley. Los métodos para castigar las desviaciones pasan por alto los derechos humanos y son sumamente crueles: los azotes, la lapidación, la amputación de los miembros.

La aplicación extrema de la sharia lleva a una vigilancia de la vida de cada ciudadano y vuelve al Estado el gran controlador.

Es interesante descubrir a veces, entre gente que se proclama progresista, un apoyo decidido a favor de las rebeliones que buscan la sharia. Su actitud se fundamenta en un rechazo ideológico del llamado mundo occidental, al que pertenecen, lo quieran o no. El nuestro, mundo mestizo que pertenece a Occidente, se ha formado de las concepciones vitales de varias civilizaciones, en las que la musulmana no ha tenido influencia, más allá de la que vino con los descubridores, coetáneos de los árabes recién expulsado de España.

También en nuestro país hay posiciones que quieren crear una especie de “sharia” cuando los gobernantes resuelven involucrarse en la moral privada. Ya Fernando Savater lo dijo: el jugador compulsivo desea que el Estado prohíba las máquinas tragamonedas porque le es imposible dejar de jugar. Requiere, entonces, un “papá” que asuma la responsabilidad.

¿Tendremos nuestra propia “sharia”?


Publicado el 9 de febrero de 2011

miércoles, 2 de febrero de 2011

Egipto y sus momias


La fotografía de la cabeza de una momia tirada por el piso y unos huesos desparramados ha sido prontamente bloqueada por el gobierno egipcio. Esta imagen impactante que nos traen las noticias, viene mezclada con la prohibición gubernamental del uso del internet y los teléfonos celulares para impedir la reunión de los manifestantes que sacuden la ciudad de El Cairo.

Lo que sucede en Egipto es la muestra de un planeta en que se unen las más disímiles situaciones: la lucha por la democracia, real o supuesta, que no es la de Occidente sino de la los ayatolás, con el daño de tesoros que no pertenecen a un solo grupo, sino que son de toda la humanidad.

Todavía está fresca la destrucción de las grandes imágenes de Buda, de más de cincuenta metros de altura y talladas hace mil quinientos años, que fueron destrozadas por los talibanes en Afganistán como parte de su objetivo de terminar con el pasado, en una muestra de incongruencia extrema con su propia posición ideológica.

Egipto se encuentra grabado en nuestro pensamiento colectivo por la vía de la Historia Sagrada que todos hemos escuchado desde la escuela. Recordamos las diez plagas que llegaron una tras otra: la de la sangre, las ranas, los mosquitos, la de los animales silvestres, la pestilencia, las úlceras, el granizo de fuego y hielo, las langostas, la oscuridad y la más impactante, la de la muerte de los primogénitos.

Nuestra memoria colectiva guarda la imagen de Moisés huyendo de los ejércitos del Faraón con su pueblo, que abre monumentalmente el Mar Rojo para el paso de los hebreos, cerrándolo sobre las tropas de Tutmosis III.
Y la leyenda guerrera, trágica y romántica, de Cleopatra, la última reina del Nilo, que recibió en su barca a Julio César y luego a  Marco Antonio, enamorados del peso de la historia tanto como de la princesa.

O la máscara de Tutankamon, que fue colocada en  el sarcófago de este joven rey hace tres mil trescientos cincuenta años, y que nos mira con una sonrisa límpida como si lo hiciera un muchacho actual.

Egipto es una joya de toda la humanidad y no pertenece solamente a los egipcios, sean occidentalizados o los buscan el retorno al Corán más recalcitrante. Las imágenes de los estudiantes que, tomados de la mano en una cadena humana frente al Museo del Cairo, impiden la entrada de salteadores, quedará en la memoria de la humanidad como la fotografía del joven frente a los tanques en la Plaza de Tian'anmen, en Pekín.

La marcha de la historia enfrenta siempre grandes tensiones: a veces la propia humanidad se suicida colectivamente cuando destruye su propio pasado. Esperemos que Egipto no se deshonre haciendo lo mismo.


Publicado el 2 de febrero de 2011