Cuando Joaquín Sabina escribió las canciones de un disco que se llama “Física y Química” en 1992, causó revuelo en España y en el mundo. No solamente que había logrado crear un disco con éxitos indelebles como “Y nos dieron las 10” sino que fue socialmente cáustico en varios temas.
Una de las canciones se refiere a los personajes que le habría gustado ser y que nunca será, vidas ajenas de personajes que, en la historia, estuvieron en un momento y lugar determinado. La lista es extraordinaria y podría dar lugar a un juego de mesa interesante.
¿Qué es lo que le había gustado ser a Sabina y que nunca fue?:
Al Capone en Chicago, pintor en Montparnasse, negro en Nueva Orleans.
Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén.
Cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Playboy.
Y así, muchos personajes más.
Parafraseando a Sabina, podríamos pensar que en nuestra patria también hay personajes que muchos quisieran ser y nunca serán. Empleos y puestos apetecidos o aborrecidos. Cada uno de ellos con su gran o pequeño poder, sus secretos y su circunstancia, sus quince minutos de fama, como lo dijo alguien al que le duró más.
¿Qué tal ser director jurídico de la Presidencia, hermano del secretario de la Corte Constitucional, amigo del coronel Carrión?
O, tal vez, ¿traficante de tierras en el Guayas, ex propietario de Radio La Luna, cortesano en Carondelet?
Será interesante: ¿redactor de propaganda oficial, vendedor de souvenirs en Montecristi, fabricante de manteles para diputados?
¿Insultado en cadena sabatina, sicario de tinta, Rafael Reyes en Angostura?
¿Comecheques en un juzgado, torero en plaza de toros cerrada, coideario de Gadafi?
Tal vez nos quedaríamos más contentos, como el propio Sabina, de ser un pirata cojo/ con pata de palo/ con parche en el ojo/ con cara de malo … capitán/ de un barco que tuviera/ por bandera/ un par de tibias y una calavera.
Publicado el 23 de febrero de 2011