miércoles, 5 de agosto de 2015

Matchbox

Una vuelta por los almacenes de juguetes muestra que el plástico es insustituible en cada pieza. Los pequeños carritos ya no tienen la calidad y finura de un Matchbox de metal, de esos que venían en una cajita de cartón como si fuera efectivamente de fósforos.
Los almacenes exhibían algunos de esos pequeños vehículos en la vitrina; los demás había que escogerlos viendo su dibujo en cada caja. Era una aventura, difícil pero hermosa, quedarse delante de la estantería que guardaba los modelos, examinando lentamente uno por uno hasta escoger aquél que el ahorro del fiambre, el regalo de un abuelo generoso o la cercanía de un cumpleaños, pondría en nuestras manos.

Después, llevarlo a la casa, abrir con cuidado la caja por uno de los extremos sin que haya que aflojar tornillos ni cortar amarra alguna, como en los juguetes actuales: solo el simple y único movimiento de levantar una solapa y permitir que el carrito se deslizara sobre la mesa.
Inmediatamente, contemplarlo por horas y decidir si en la repisa del cuarto compartido con el hermano menor, quedaba mejor al lado del Austin Mini o del bus rojo de dos pisos.
Su color brillante llamaba la atención. No abría ni las puertas ni el capó, y sus ruedas tampoco permitían el rodaje en superficies que no fueran absolutamente planas. 
El orgullo ante los amigos brotaba por los poros: ¡Ya tengo otro Matchbox! ¡Con éste van seis! Y los demás mostraban su envidia y el interés por ir a la casa a verlo, o pedir que se trajera a la escuela, escondido en el “vade” para que el profesor no lo viera.
De vez en cuando una visita a la Casa Alemana permitía la adquisición de un Schuco, que podía venir con una llave para que el vehículo se mueva por si mismo en las baldosas frías del callejón de entrada a la casa. Sin embargo, un coleccionista jamás mezclaba los carritos ingleses con los alemanes.
Pasaron los años y la cosa cambió: hoy para que un carrito atraiga la atención debe llamarse “hot wheels” y resbalar a gran velocidad por una rampa que desconoce la ley de la gravedad. 
¿Un carrito que está encima de la cómoda, sin hacer nada? Está bien para los viejos que aún lo ven como un recuerdo imborrable de la infancia.

Publicado el 5 de agosto de 2015
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/11072-matchbox/

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