miércoles, 16 de octubre de 2013

Hércules y una llamada de auxilio


Lo recuerdo claramente: el día que conseguí el dinero suficiente para comprar el disco (long play, para llamarlo más claramente) fue el mismo que un avión Hércules llegó al aeropuerto Mariscal Lamar y aterrizó entre una nube de polvo ante la mirada de cientos de personas que nunca habían visto una nave tan grande.

La cola del avión se veía claramente desde la Avenida España, sobre la casita del terminal aéreo, rodeada de cipreses que siempre dieron un olor especial a las despedidas de quienes viajaban hacia lugares lejanos.

Hasta ese momento todavía volaban los Douglas DC3, que se ven en las películas de la Segunda Guerra Mundial, aunque habían llegado también  los Vickers Viscount y tal vez un Caravelle, que sí era un jet.

El disco estaba fabricado por Ifesa y tenía su carátula sellada con plástico. Adentro estaba la joya que acababa de adquirir, envuelta en una cubierta que impedía los rayones sobre el vinilo negro y brillante. La imagen de la carátula mostraba a cuatro jóvenes en la nieve, con ropa oscura, que alzaban sus brazos para  dibujar, en clave, cuatro letras, como aquellas que hacen los marinos en la cubierta de los barcos: h.e.l.p, auxilio.

En el reverso del disco, la lista de catorce canciones. ¿El año?: 1965

¡Qué prisa tuvimos de llegar a la casa! Desde la calle Bolívar, almacén de discos del señor Cardoso, tomando la Gran Colombia y después la avenida Huayna-Cápac, adoquinada y con parterre y monumentos, enfilamos hacia la Chola Cuencana, que nos mostraba su cántaro del que brotaba agra cristalina. En el otro lado del monumento estaba don Andrés Hurtado de Mendoza, con su espada completa, robada unos años después, y con una capa que alguna vez nos pareció similar a las alas de un murciélago (¿Batman, tal vez, en la mente infantil?)

La avenida España era una larga vía, la primera asfaltada de la ciudad. Pese a la premura de oír el disco, tuvimos tiempo para parar en el aeropuerto y ver, en directo, el gigantesco Hércules. En ese momento el avión se movía lentamente hacia el inicio de la pista, y los enormes cuatro motores de hélice levantaban una polvareda impresionante. Tomó pista y se elevó casi como un pájaro de la era de los dinosaurios.

Y después, en la casa, tomar el disco con suavidad con las dos manos; ver si no tenía ni una motita de polvo, ponerlo en el plato del tocadiscos, elevar el brazo de la aguja y bajarlo con toda la suavidad y lentitud posibles. ¡Allí estaban! los Beatles cantando Help. Casi cincuenta años.

Publicado el 16 de octubre de 2013

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