miércoles, 7 de agosto de 2013

Se salieron ...


Un muchacho veinteañero de hoy no entiende qué podía llevar a una pareja a salirse. Esta decisión indudablemente importante, suponía un cambio definitivo para quienes la tomaban: habían resuelto casarse aún a costa del disgusto –o desesperación- de sus padres con un mecanismo que volvía imposible cualquier marcha atrás.

Es que la salida tenía un elemento que rompía el ligero equilibro que vivía la sociedad cuencana: dos jóvenes, bastante jóvenes, habían decidido fugarse de la casa e ir a pasar juntos uno, dos o tres días, incluyendo sus noches, hasta ser encontrados por la parentela que los buscaba. Las amigas de la chica “salida” eran interrogadas exhaustivamente para que dijeran el lugar donde se encontraba la pareja: “Me dijeron que iban a Guayaquil”, y los padres viajaban inmediatamente en el primer vehículo que encontraban, previa llamada a los parientes que supuestamente servirían de apoyo a los novios que habían escapado sin dinero. “Me dijeron que se iban a la hacienda de Nudpud”, y los padres del novio que jamás habían escuchado de la existencia de ese lugar, se veían obligados a treparse en un caballo por muchas horas, hasta encontrar que la noticia era falsa.

Un par de días después los escapados estaban nuevamente en la casa de sus respectivos padres, que se reunían a regañadientes para resolver un pronto matrimonio, cuando se daban cuenta que la “salida” era solamente el capítulo final de una relación que ya traía consecuencias.

Padres hubo que se negaron al matrimonio porque su hija era menor de edad, aún a costa de recibir a un nieto sin papá en la casa. Sin embargo lo usual era que las familias empezaran a conocer a los futuros contrayentes y encontrarles algún punto positivo: “Éste ha sido nieto de fulano de tal...”, “Parece un muchacho racional”, o “La chica es bonita y ha de ser una buena mamá”.

Mientras tanto los novios volvían a poner los pies en la tierra, dándose cuenta que su aventura romántica había traído consecuencias inimaginables e irreversibles... que tampoco provenían del último viaje sino de un amor juvenil y volcánico, iniciado meses atrás e incapaz de ser frenado.

¿Y los chicos de hoy? Se preguntan el por qué de tal extraño comportamiento cuando es más fácil conocerse previamente, en todos los sentidos, sin necesidad de arruinar los estudios, el próximo viaje al exterior, o el trabajo indispensable en un tiempo de crisis. ¿La “salida”? Una locura de sus padres.

Publicado el 7 de agosto de 2013

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