miércoles, 7 de noviembre de 2012

Réquiem por Leonardo Favio


La primera vez que le escuchamos, allá por los años sesenta, nos llamó fuertemente la atención  la profundidad de su voz. Y no sólo eso: también lo que decían sus canciones, en un momento en que tampoco se hablaba de “esas” cosas. Pues decir “quiero aprender de memoria/con mi boca tu cuerpo/muchacha de abril...” era realmente revolucionario.

Los sentimientos que vivían en la profundidad de nuestra alma venían dichos de manera directa, de viva voz, rotundamente, rompiendo la timidez de los 16 años...en voz de otro que nos representaba.

No era un “cantante”, era un “cantor” que transformaba, con su extraña forma de decir, cada palabra, cada sensación, cada sentimiento, en algo auténtico y sentido.

En cada grupo, en cada “jorga”, siempre hubo alguien que tenía el último disco, que repetía la última estrofa. Eran afortunados los amigos que contaban con algún compañero que no solamente conocía las canciones, sino que sabía cómo cantarlas para que sonaran como auténticas, para que llevaran a la unión de los demás en el círculo de la fogata, para repetir cada una de esas palabras, dulces, dolorosas y mágicas, como en una catarsis.

A veces, el amigo que había traído la canción al grupo, era el primero en irse para no volver nunca más, dejando aún más claro que “para saber lo que es la soledad/tendrás que ver que a tu lado no está/que nunca más con él podrás charlar/sobre lo que es el bien/sobre lo que es el mal.”

Bailar una de sus canciones con la enamorada, con la novia, tenía un sabor de complicidad porque la música, suave a veces, de vals a veces, traía impresa una letra imposible, como pensar en “su cintura como la playa ideal”, más allá de los horizontes que nunca te dio.

El cantor era más viejo que todos nosotros, no solamente porque tenía más años sino porque tenía más experiencias, que transmitía, caudalosas, definiendo situaciones cotidianas con ese toque del ángel y una voz rasgada. Todavía hoy, una lágrima secreta es capaz de brotar al escuchar “la foto de carnet”: Y cuando llegue al fin 
el muchachito aquel 
que te ha de enamorar/ 
y se enojará al ver 
que conservas de mi 
la foto de carnet/ 
bésale y dile que 
fui solo una ilusión/
tan solo una ilusión 
y nada más./

Hoy hemos amanecido tristes: Favio no está más con nosotros. ¿Seremos todos tan sólo una ilusión?

Publicado el  7 de noviembre de 2012

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