miércoles, 20 de junio de 2012

Tumbas y deudas impagas


Con asombro, y también con tristeza, los ciudadanos hemos visto una fotografía en la primera plana de la prensa local: en el Cementerio de la ciudad, ahora llamado “Patrimonial”, la administración ha puesto en cada una de las tumbas, nichos, túmulos y fosas, una calcomañía que indica que se notifica con el vencimiento del pago de los valores adeudados.

Esto me recuerda la anécdota del individuo que llevaba flores a la tumba de un ser querido y vio, en la que estaba más próxima, que un chino dejaba un pequeño plato de arroz. Prevalido de su posición “cultural”, el de las flores preguntó a su vecino a qué hora saldría su pariente a comer el arroz. El chino le contestó: a la misma hora en que el suyo saldrá a oler las flores.

Si no fuera tan triste la figura de las tumbas con sus títulos de crédito, podríamos hacer suposiciones de la hora en que su ocupante leerá el aviso y podrá enterarse que su familia no ha pagado los valores que pudieran corresponder.

En la profunda raigambre de nuestro pueblo está la costumbre de recordar y venerar a los que se han ido. El entierro sigue siendo un rito sentido y conmovedor. En una sociedad mundial extravagante podemos hasta encontrar que hay empresas que proponen que el difunto vaya al cielo, no en el sentido religioso, sino en una nave espacial que pondrá sus cenizas por toda la eternidad –o algo menos- a girar alrededor de la tierra en un satélite especialmente diseñado para el efecto. Hay también tumbas virtuales en la internet, donde pueden compartirse fotos, anécdotas y recuerdos de los que no están.

En todos estos casos, con excepciones que son realmente tales, existe a nivel planetario un sentimiento de respeto y consideración por los ancestros que se han ido. Su memoria esta viva, de manera tal que los años –esa invención extraña de la humanidad- no duran lo mismo cuando se recuerda el momento infausto de la partida. Son, a la vez, enormemente largos y tan cortos que parece que fue ayer que todos estuvieron presentes.

Se habla hoy tanto de la dignidad que la palabra ha perdido significado y se ha vaciado de contenido. Un ejemplo puede ser el que ocupa este artículo. Estoy seguro que la Empresa Municipal de Cementerios podía haber encontrado una forma más digna de comunicar a los deudos –nunca mejor llamados- que deben cubrir, como sucede con todo, los valores que adeudan. Hacerlo con una pegatina sobre una tumba del ser querido de cualquiera de los ciudadanos de esta ciudad es realmente indignante.

Publicado el 20 de junio de 2012

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