miércoles, 28 de septiembre de 2011

La Escuela Judicial y Cuenca

Está fuera de toda discusión que la formación profesional nunca termina. La universidad es uno más de los peldaños que debe subir la persona que busca éxito, pero el tercer nivel ha quedado corto y, hoy, muchos continúan sus estudios de cuarto nivel con el objeto de mejorar su preparación y, por supuesto, sus ingresos.

En esta semana se han reunido en esta ciudad varios miembros activos de la Función Judicial y de la Red de Universidades, para proponer al país que Cuenca sea la sede de la Escuela Judicial. No solamente consideran que su implantación en nuestra ciudad supone el reconocimiento de la calidad profesional y moral de los jueces que actúan en este Distrito, sino que permitirá que los alumnos de la Escuela sean acogidos en un entorno solvente para desarrollar su formación, tanto en los académico como en lo urbano.

La Escuela Judicial formará a jueces y fiscales que trabajarán posteriormente en todo el Ecuador, luego de los correspondientes concursos de oposición y méritos. Supondrá un cambio radical del sistema que, hasta ahora, ha sido utilizado para el ingreso de los funcionarios encargados del área de la justicia.

Este desafío es de importancia para el desarrollo de una nueva clase de funcionarios de la administración de justicia. Se basa tanto en la tradición cuencana de la honradez profesional, como en el éxito que han tenido los cambios implantados en nuestros juzgados y en los nuevos elementos de formación que requiere una sociedad moderna.

Esta idea debe ser desarrollada prontamente para permitir que las autoridades que deben resolver el lugar de la sede de la Escuela Judicial escojan a Cuenca para implantarla.

La posibilidad de que esto suceda no solamente se encuentra en manos de los cuencanos; sin embargo, si proponemos un proyecto que se muestre factible habremos dado un importante paso para lograrlo.

No está demás recordar que Cuenca pudo ser la sede de la Corte Nacional de Justicia, anhelo que no llegó a cuajar entre otras cosas por divisiones internas. La propuesta actual no es descabellada: en España la Escuela Judicial se encuentra en Barcelona, no en Madrid; igual sucede en Costa Rica, pues San José no es la sede.

Una real descentralización se mide en hechos que demuestren que la voluntad política se encuentra a la par del discurso. Resolver que Cuenca reciba a la Escuela Judicial mostrará que el país no está abocado a una nueva concentración de poderes.


Publicado el 28 de septiembre de 2011

miércoles, 21 de septiembre de 2011

La tarabita del Tomebamba


Sobre el río Tomebamba, en el pequeño valle de Monay, hay una tarabita. Se encuentra colgada en medio del río, sin uso alguno.

Pasaron los días en que la gente del lugar la utilizaba para pasar de un lado al otro del río, evitando una larga vuelta que significaba llegar a los puentes que se encontraban ya en la ciudad. El más cercano, aunque más bien nuevo, era el del Vergel, pero estaba a varios kilómetros de distancia.

Pero la tarabita, que servía de vehículo para evitar el cruce del caudal, sufría una transformación cuando sus ocupantes eran los muchachos de las quintas que se encontraban de vacaciones. Se convertía, entonces, en una nave maravillosa que permitía la aventura de elevarse sobre la correntada y poder ver, desde el medio del río, las dos puntas del bramante río.

La nave inquieta se balanceaba en el cable y sus ocupantes esperaban que éste resistiera ante el tirón del forzudo campesino encargado de  llevar – y, sobre todo, traer a salvo - a los chicos que se atrevían al paseo.

No se hablaba ni se sabía aún de la descarga de adrenalina que producía el viaje, pero la huella que dejaba en el espíritu de quien se atrevía a cruzar era indeleble. Incluso podía hablarse de una hermandad de quienes habían corrido el riesgo y los más chicos, que no tenían ni la edad ni las agallas para embarcarse eran, por supuesto, mirados de hombros abajo.

Este simple aparejo ha sido reemplazado hoy, por los jóvenes que buscan aventura, con diversiones más sofisticadas: el viaje hacia el Norte permite la aventura de la montaña rusa, construcción de acero y plástico con nombres rimbombantes, que pone a prueba los nervios del más plantado.

Pero la vieja tarabita es más que un armatoste colgado en medio del Tomebamba: es el cajón de madera que permitió que el espíritu de un niño descubra emociones que después le mostró la vida en toda su amplitud: el miedo,  el riesgo, el reto, la voluntad, el triunfo. A veces éste no llegaba, y no faltó la tragedia que también es parte de la vida.

La caer de la tarde la tarabita volvía a su inmovilidad, rota por la brisa que balanceaba el cajón cuando todos se habían ido.

Dudo que la montaña rusa pueda formar el carácter de un niño, como lo hacía la tarabita del río Tomebamba.

Publicado el 21 de septiembre de 2011

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Papelería judicial

El tema del día en la televisión ha mostrado enormes columnas de juicios en los juzgados de todo el país. Atados de papeles que contienen toda clase de procesos y en los que se encuentran, enterrados entre hojas viejas, ajadas, destruidas, mojadas o quebradas, los grandes o pequeños dramas de miles de personas.

Estas escenas han causado gran desazón entre los abogados que conocen de la situación, pero también una sensación de incredulidad, rechazo y sorpresa entre los ciudadanos comunes, hayan tenido o no asuntos con la justicia.

El país se encuentra embarcado en una reforma judicial que no puede circunscribirse solamente a cambios superficiales, pues la calentura no está en las sábanas. El mundo entero ha cambiado radicalmente en los últimos años: la información de los gobiernos y de las grandes empresas ya no se encuentra en hojas de papel. Los bancos mantienen las cuentas en bases electrónicas y los negocios de las bolsas de valores más importantes se han “desmaterializado”, permitiendo que la negociación de acciones y documentos se realicen sin que los papeles cambien físicamente de manos.

Es el momento en que nuestra organización judicial se incluya en la corriente del cambio tecnológico, y que la información de los procesos se guarde en bases electrónicas. La tecnología permite que los grandes depósitos de datos cuenten con seguridades que eviten su desaparición; tampoco pueden ser alterados de manera alguna, y se encuentran a disposición de los usuarios y de la ciudadanía con buscadores que permiten encontrar de manera fácil y rápida lo que, hasta este momento, se encontraba perdido entre las miles de fojas de un proceso.

Uno de los escándalos más comentados de estas fechas inclusive nos ha permitido conocer que, técnicamente, puede saberse si una sentencia fue redactada en un computador o en otro; la firma electrónica, utilizada en la escala general de la administración de justicia, determinará indudablemente quién es el autor de un documento y dará las seguridades propias de la fe pública.

Ojalá se produzcan los cambios que requiere una administración moderna de la justicia y que éstos se lleven a cabo con un requisito que no es negociable: el cumplimiento de la ley. El Estado de Derecho supone que la norma debe reformarse si no contiene una solución para el problema, no que ésta puede ser obviada o ignorada aunque los fines sean deseables.


Publicado el 14 de  septiembre de 2011

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Estudiantes, entonces y ahora

Se acabaron las vacaciones, pues han abierto las escuelas, punto de quiebre para el giro del año. Han empezado las clases y vemos en las calles, muy temprano, a chicos pequeños que van al primer año de básica –en el idioma oficial actual- o sea a lo que anteriormente se habría llamado “jardín de infantes” o, más antiguamente, “el asilo”. Pocos nos fijamos ya en la influencia alemana cuando nos referimos al “kinder” como diminutivo de “kindergarten” que es lo mismo que jardín de niños.

Los colegios empiezan también, aunque las estudiantes, a las que me niego a llamar estudiantas, más a tono con el concepto de ciudadanos y ciudadanas, ya no llevan consigo sus máquinas de escribir, pretexto favorito para que un muchacho solícito se acerque a ayudar. Hoy todas van en busetas, lo que ha roto esa frágil aventura que significaba la ida y vuelta del colegio en compañía de una chica, pretexto ingenuo para invitarle el sábado a una matinée bailable.

¡Qué angustia aquella del joven de dieciséis años que ve que la chica, a la que persigue, sube por la Calle Larga en compañía de un estudiante de sexto curso, que ya tiene dieciocho! La diferencia de edad era en ese caso insalvable, pues significaba que la chica prefería a hombres más maduros y jamás volvería a mirar a alguien menor.

Un poco después aparecían los universitarios: barbas, bigotes y atuendos que estaban fuera del alcance de un colegial, los distinguían en las calles del resto de los jóvenes. Bajaban por la calle Benigno Malo y, por el Puente del Centenario, iban a sus clases a escuchar a los maestros que les recibían para enseñarles en clases magistrales, no siempre por su contenido sino por su forma, sin posibilidad alguna de réplica. 

Han cambiado las cosas: los nuevos métodos de aprendizaje, la posibilidad de utilizar herramientas tecnológicas como los computadores y el internet, han disminuido de alguna manera la brecha que separa a nuestro país de los grandes centros académicos del mundo. 

Sin embargo existe el riesgo que el mismo concepto de universidad como una universalidad de pensamiento, se convierta en algo distinto: chato, guiado por un solo pensamiento, lo que no sucedió ni siquiera cuando la educación superior manifestaba una militancia que ha desaparecido. La nueva estructura de la Autoridad de la Educación Superior en el Ecuador tiene una grave responsabilidad. Esperamos que la afronte con el espíritu amplio y democrático que se merece nuestra juventud en formación. 


Publicado  el 7 de septiembre de 2011