miércoles, 11 de mayo de 2016

Inventario final

Han sido casi seis años de escribir todos los miércoles en las páginas de este Diario. ¿Los temas? Un poco de todo: nuestra Cuenca, la música, la infancia, los recuerdos. A veces, una pizca de política. Otras, una vista más allá de las fronteras.

Recordé las bancas del parque, los villancicos de Navidad cuando Rafael Carpio Abad, el autor de la “Chola cuencana”, tocaba en los pases del barrio. Estuvieron presentes las peleas colegiales en el Parque de las Monjas y la impresión inolvidable de ver “Romeo y Julieta”. 

Aparecieron los Beatles, pero también The Doors, Sandro, Cat Stevens y Leonardo Favio.

Recorrí el patio, el traspatio y la huerta de una casa querida, en la calle Gran Colombia, y volví a sentir el temor infantil de encontrar un payaso la noche del 31. Escribí sobre la bicicleta, paradigma de la libertad en tiempos juveniles. Me acordé de la yunta y del olor de la madera aserrada. Aparecieron los discos de 45 r.pm. y las primeras matinés bailables. 

¿El mejor regalo? Un nieto. ¿El sonido más claro? La campana de la escuela. 

Toda clase de objetos desaparecidos, pasaron por aquí: el rollo de fotos, el tocadiscos, el casete, el mimeógrafo, el franelógrafo. Sentí nuevamente el golpe de la piedra en el tocte, preparando las melcochas, y toqué un carrito Matchbox recién salido de su caja.

Volví a ver el cine desde la galería y a escuchar a los Ángeles Negros en el teatro Cuenca. Aparecieron nuevamente el viejo de matemáticas y la gringa que fue profesora de inglés. Recordé los viajes al Buerán para ver el fútbol transmitido desde Guayaquil, cuando nuestro estadio era todo de madera. Los cahuitos se desenrollaron del caramelo Límber y el chúcaro fue bautizado de nuevo. Escribí sobre amigos muertos, aún con la pena de su partida. 

Examiné la vigencia de la internet, el Twiter y el Facebook. Alguna vez me atreví a recomendar un libro.

Tantas y tantas cosas, como una catarsis, como un psicoanálisis. Hoy es hora de decir adiós, de agradecer a todos los lectores que compartieron estos años conmigo. Nuevos vientos corren en este Diario. Este es mi último artículo. ¡Gracias a todos los que leyeron alguna vez esta columna!

Publicado el 11 de mayo de 2016

miércoles, 4 de mayo de 2016

La salida

Matrimonio a prueba, matrimonio a plazo, matrimonio igualitario: parece que la institución matrimonial presenta en la actualidad un especial interés desde el ámbito del estudio teórico, jurídico y filosófico. A la vez, según los datos oficiales y lo que se conoce de la vida cotidiana, no mucha gente quiere casarse.

Tampoco el matrimonio está, en general, durando toda la vida y hasta que la muerte separe a los antiguos  contrayentes. Será, como se manifestaba, que el matrimonio para toda la vida se instituyó cuando el promedio de existencia rondaba los 32 años.

Por las razones que sean, una ancestral institución cuencana prácticamente ha desaparecido: la “salida” de los novios. Los jóvenes no conocen que quiere decir este término ni están, por supuesto, interesados en mantener costumbres arcaicas. 

¿Tomar a la novia e ir a parar con ella en alguna hacienda propia o extraña –que tampoco hay muchas- simplemente para obligar a los padres a que acepten el compromiso? Parece cosa de locos.
Sin embargo hace algunas decenas de años (dicen las malas lenguas que no había televisión) no era extraño escuchar entre los amigos o dentro de la familia,  que una pareja de jovencitos se había salido.
Esto ponía en marcha un trámite complejo: la búsqueda de los novios para conocer el lugar donde se encontraban; el consiguiente reclamo airado del padre de ella acompañado del desmayo de la madre. Y la cara de acontecidos de los padres de él que, por supuesto, no tenían responsabilidad alguna ni la menor idea de lo que iba a suceder.

La señorita (¿?) volvía a su casa mientras los padres del joven, una vez puestas las cosas en su punto, resolvían la manera de ir a visitar a los futuros consuegros para pedir la mano de aquella que había encendido una santa pasión en su hijo.

Hubo casos en que no sucedió nada: ni petición de mano ni resultados posteriores. En otros, la tensa y formal ceremonia de la petición de matrimonio podía terminar con un apretón de manos o un abrazo, y los planes inmediatos para la boda.

Muchos matrimonios, que empezaron así, duraron  largos años; otros, terminaron tan rápidamente como comenzaron. El antiguo mecanismo ha quedado en desuso. Los jóvenes dirán: “¿Salirse? ¡Qué pereza!”. 

Publicado el 4 de mayo de 2016

http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/12254-la-salida/

miércoles, 27 de abril de 2016

La reina y el terremoto

Muchas fotos han aparecido en los diarios en días anteriores. Edificios y casitas pobres destruidos; madera, cemento, hierro, tirados en calles polvorientas donde no se ve a nadie.

También están las imágenes de la gente que sufre: la que llora por un hijo que ha muerto; la que tiene un rictus de desesperación, mientras permanece frente a lo que fue su negocio de ferretería, su tienda de abarrotes, su heladería, su casa.

Otras fotos muestran un grupo de rescatistas que se abrazan, arrodillados, antes de empezar su dura tarea; voluntarios que cargan decenas y decenas de botellas de agua y paquetes de alimentos. Impacta el rostro de la niñita cubierta de polvo, que va en brazos de un bombero que la ha sacado de su tumba de cascotes y le ofrece una nueva vida.

Entre tantas fotos hay una que muestra una joven morena que viste un biquini rosado y posa cerca de una palmera. Tiene una sonrisa ligera y sus ojos oscuros miran de frente. Ha posado su mano en la cadera, en una pose coqueta, de reina de belleza.

Está de pie al borde de una piscina y el paisaje que le rodea muestra verde exuberancia.

Su nombre, desconocido, hoy aparece en los titulares de la prensa. Las redes sociales muestran que tiene una página de Facebook y diarios del Perú se refieren a su historia.

La imagen es, claramente, de una chica que sabe que tiene todo por delante: tal vez no solamente  el reinado de belleza de un barrio o de una ciudad, sino aún más. Posiblemente tiene novio y planes para la universidad.

Los datos no dicen si viene de lo que se llama “una familia pudiente” o ha sufrido la pobreza. Tampoco se conoce si trabaja  o estudia, o si vive con sus padres o con una abuelita que la cuida desde que era pequeña.

Una noticia paralela aparece en los medios: “la reina de Pedernales no murió en el terremoto”. Los que hemos visto la foto de la chica morena sentimos cierto alivio, aunque jamás la hemos conocido. Pero la noticia no termina allí: Helen, la reina de belleza de Pedernales, no es la de la fotografía. La que aparece se llama Karla y si está muerta. Nunca fue reina de Pedernales, pues no ganó el concurso.

Karla, como tantos otros, es solamente un recuerdo en la mente de quienes la quisieron. Si ganó el concurso o no, carece de importancia.

Publicado el 27 de abril de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/12229-la-reina-y-el-terremoto/

miércoles, 20 de abril de 2016

¡Cómo escribir!

Ante lo sucedido en las provincias de Manabí y Esmeraldas el día sábado pasado, ¿qué se puede escribir?

¿Podemos seguir escribiendo de recuerdos de la infancia y de la juventud, de momentos felices, cuando vemos tan cerca la desgracia y el dolor?

¿Se puede opinar de filosofía, de música, de política, cuando se ha mostrado tan de frente la fragilidad de la vida?

¿Se puede seguir creyendo que somos un país que superó la pobreza y la desigualdad, cuando vemos que la gente pierde todo y que no tendrá la posibilidad de recuperarse?

¿Es posible abstraerse de la información que llega a borbotones y que trae la imagen de un padre que grita el nombre de su hijo en un agujero en medio de toneladas de cemento, con la esperanza de escuchar su respuesta?

Este momento de tragedia muestra lo peor y lo mejor: mientras hay voluntarios que viajan a Pedernales, Canoa o Muisne, sin pensar en si mismos, hay otros – cómo poder nombrarlos- que asaltan y roban un camión de víveres y medicinas. 

En la casa más pobre la madre de familia toma de la mesa una lata de atún o de sardinas, que será la comida del día, para entregarla a otros que la necesitan más.

Las redes sociales dejan de servir para el meme o el chiste fácil para ser el contacto que puede salvar una vida, buscar un remedio, trasladar a una niña herida al hospital, escuchando el angustioso llamado que hizo su padre.

Nos duelen las fotos que publican “ella salió de Loja a Portoviejo el viernes ¡ayúdenos a buscarla!”, sobre un texto escrito con dolor y con sangre. 

A la vez, el enorme movimiento de respaldo, espontáneo, sin coacciones, desorganizado a veces, muestra que el ciudadano común, el que va a la oficina, el que asiste a clase, el que trabaja en la fábrica, siente como suyo lo que ha pasado. 

La desgastada palabra solidaridad vuelve a tener su significado prístino de solidez; es el lazo que une los destinos de dos personas que no se conocen, cuando la ayuda brota sin pedir nada a cambio, ni siquiera la fotografía que trae el  “reconocimiento” a un acto privado, en que el individuo debería encontrarse a solas con su conciencia. 

Publicado  el 20 de abril de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/12204-a-ca-mo-escribir/
Foto tomada de la página web de Ecuavisa

miércoles, 13 de abril de 2016

En tu época había ...

¿En tu época había televisión? ¿Había cine? ¿Había…?
Los que hemos pasado de cierta edad –eufemismo para decir que los jóvenes ya nos ven viejos- estamos sujetos a estas preguntas que suelen hacer los chicos; más aún si son los nietos, que tienen la confianza suficiente para poner en evidencia que las personas que tienen mas de cincuenta años nacieron cuando los dinosaurios poblaban la tierra.
Las librerías suelen tener unos libritos en formato cuadrado que tienen títulos sugerentes como “Los cincuentas” o “Los sesentas”. Llegan hasta a los años noventa y muestran todas las cosas que sucedieron en la década: en el arte, la política, la ciencia, el diseño.
Aparecen roqueros descamisados y con largos cabellos; los cines en 3D y el walkman para llevar la música a todas partes. Se muestra a un joven Johann Cruiff jugando en la selección holandesa cuando ésta era “la naranja mecánica”. Publica el afiche de la real “Naranja Mecánica” y de “Cien años de soledad”.
Se ve borrosa la imagen de Neil Armstrong cuando pone el pie en la luna el 20 de julio de 1969 y la foto de John John Kennedy, hijo del presidente, muerto en un accidente aéreo cuando pilotaba su propio avión.
Se ve a unos Beatles jovencitos llegando a Nueva York, donde les recibe una multitud, y unos Beatles maduros tocando en la terraza del edificio de Apple Records: tenían  algo así como veintiocho años. Aparece la otra Apple, la de Steve Jobs con la Macintosh con un ratón que permitía dibujar en la pantalla y el iPod que lleva todas las canciones posibles en un trocito pequeño de metal.
MTV dice “hola” en las pantallas y empieza el desarrollo del video musical. Se cae el Muro de Berlín. Aparece el fax en las oficinas. Los vehículos pierden el carburador, que demandaba que todos supiéramos algo de mecánica y surge la inyección electrónica.
El Douglas DC3 deja de volar y llegan el Boeing y el Airbus. Todos quieren tener un Palm Pilot y un teléfono Blackberry (es elegante pedir el pin), así como pasar de ver “Perdidos en el espacio”, en blanco y negro, a “La casa de la pradera”, a colores.

La lista puede ser larga: parece que “en nuestra época” había muchas cosas.

Publicado el 13 de abril de 2016

miércoles, 6 de abril de 2016

Las puertas de la mente

Cuando a finales de los sesenta del siglo pasado –qué lejos suena- Jim Morrison, estudiante de la UCLA (Universidad de California, Los Ángeles) resolvió conformar un grupo musical, pidió a Manzarek, Krieger y Densmore que le acompañaran en esta aventura.

Buscó un nombre y recordó que Alfous Huxley, el gran escritor inglés, había hecho referencia a unos versos de Wiliam Blake que decían: ““Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”.

Blake había escrito estos versos en su obra “Matrimonio del cielo y el infierno”, en el año 1790, y Huxley los reprodujo en su obra “Las puertas de la percepción”.

Utilicé esta referencia hace unos días en la presentación del libro de Ramiro Laso titulado “Universidad, humanismo y educación”, durante una mesa redonda que reflexionó sobre el actual sistema universitario.  

Si bien la frase de Blake reproducida por Huxley, que dio origen al nombre del grupo musical “The Doors” se refería a otros asuntos, la parafraseé para manifestar que la Universidad , con mayúsculas, debía ser una puerta hacia el conocimiento y que éste debería tender a ser infinito. Esta palabra puede causar temor: infinito, lo que no tiene fin. La actitud de la educación superior debe mantener su calidad de universal, sin limitaciones y sin dogmatismos.

Uno de los puntos de discusión de la mesa redonda tocó el nuevo sistema de control de las universidades del país, que busca que actividad académica pueda ser medida. Para ello se requieren rúbricas, portafolios y syllabus, que eran los “programas de estudio” en tiempos más modestos.

Se ha llegado a sostener que “no es importante que el profesor sepa, sino que el estudiante aprenda”, como si lo uno no estuviera fuertemente atado a lo otro. Posiblemente hoy se encuentran asistentes que ayudan a los profesores a cumplir con los trámites burocráticos y que, por supuesto, son incapaces de preparar una clase.

La Universidad no puede aceptar que sus “mejores profesores” sean los que se tornaron en burócratas que llenan eficientemente la papelería requerida,   en desmedro de  aquellos que abren las puertas en la mente de sus estudiantes. 

Publicado el 6 de abril de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/12151-las-puertas-de-la-mente/

miércoles, 30 de marzo de 2016

Patio, traspatio y huerta

Una casa cuencana, de esas que se encuentran en el centro de la ciudad, contaba con patio, traspatio y huerta.

Cada espacio tiene su razón de ser y su uso particular: un zaguán lleva al interior de la casa desde la puerta de la entrada, que se abre y cierra con una llave de canuto. Por la parte interior una aldaba protege de la entrada de extraños en la noche. Después está el patio, con la grada que lleva al segundo piso.
El enamorado, que había pasado meses visitando a su novia en la puerta de entrada, sentía que las cosas iban adelante cuando le invitaban a pasar al patio. Subir la grada, al salón del segundo piso, supone una virtual aprobación del carácter casi oficial de la relación.

El patio tenía plantas de jardín cuidadas por esmero por la dueña de casa. A veces contaba una fuente, que casi nunca estaba en uso, hecha de mármol de la zona. 

Había una banquita para tomar el sol mientras se lee el periódico y las habitaciones lo rodeaban iluminándose en las mañanas de junio, cuando un sol pálido ingresa por el gran espacio central que enmarcan los techos.

El traspatio iba más allá: zona vedada para extraños, guarda todo lo que en la casa se usa una vez al año. En alguna habitación estaban las ollas para los tamales y la fanesca, y la tina de baño de madera que servía para recibir la ropa que venía del viejo lavador donde reposa un jabón azul añil.
Está, en una de sus esquinas, un cuarto cerrado, de esos que asustan a los chicos. Todo lo que sirve y todo lo inservible se encuentra allí. 

Un pequeño callejón lleva a la huerta: el paraíso privado de la vieja casa, donde están el árbol de higos, la piedra de hacer melcochas y el cantero de hierbas medicinales. Allí cantan al amanecer los gallos de pelea, esperando la traba que les llevará a enfrentarse. La tapia de adobe, vieja y casi derruida, divide este mundo de la ciudad. Los niños pueden jugar en los charcos y tener un conejo que, como tiene nombre, jamás irá a parar a la olla. 

 “El paraíso es la infancia”, pero es un paraíso que duró muy poco, solo el tiempo que tomó recorrer patio, traspatio y huerta.

Publicado el 30 de marzo de 2016
http://www.eltiempo.com.ec/noticias-opinion/12123-patio-traspatio-y-huerta/